El huracán infinito

Rafael Ferro Salas

PINAR DEL RÍO, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - Cada vez que uno pasa por el sitio en el que tienen  albergados a los damnificados de los huracanes que azotaron esta provincia, se entera de algo distinto a lo que escuchó ayer; y todavía más lamentable y doloroso. En un recorrido reciente por el lugar, conocí al señor Armando Torres.

“Dos días antes del paso del huracán fuimos evacuados. Yo vivía con mi esposa y mi hijo en La Coloma, a 21 Km de la capital pinareña. Cuando pasó todo, llegamos al sitio donde estaba mi casa y no encontramos nada. Era como si hubieran bombardeado. Mi esposa no dejaba de llorar, creo que aún no ha terminado con su llanto”, dice Armando.

Los albergaron en el sitio donde estaban las instalaciones del hospital psiquiátrico de la provincia. Cada familia se fue ubicando como pudo en las edificaciones que antiguamente servían de consultorios y salas de tratamiento para pacientes.

“Los primeros días éramos visitados con mucha frecuencia por las autoridades. Hacían  promesas y eso nos daba confianza, pensábamos que muy pronto regresaríamos a nuestras casas, o en el mejor de los casos nos edificarían nuevas viviendas. Estábamos llenos de inocencia, creo que ya a nadie le queda. Los del gobierno jamás han vuelto por el lugar”.

A lo largo y ancho de la isla hay sitios en los que tienen concentrados a los damnificados de los huracanes. Cuba es paso seguro para estos meteoros durante la temporada. Son numerosas las familias que han perdido la esperanza de volver al hogar.

Cuando Armando llegó con su esposa y su pequeño hijo al sitio asignado pensó que sería una estancia temporal; fue lo que le aseguraron.

“Al principio todo estaba organizado. Me refiero a la comida, la disciplina, en fin, la cosa era pasable. Después fue el sálvese quien pueda. Los que organizaban aquello desaparecieron y hasta robaron cosas destinadas al abastecimiento. Cuando llegué con mi esposa a este infierno mi hijo iba a cumplir cinco años. Hoy tiene diez y no sabe lo que es vivir en una casa”.

Lo que más duele es el paso del tiempo sobre la impotencia y los hijos. Es como si la lluvia y el viento se hubieran llevado para siempre el valor y la infancia. La mentira es buena aliada del desamparo.

“Siento que fuimos engañados –dice Armando-, es posible que ahora que estamos en temporada de ciclones los que mandan en esta provincia se den su vuelta por aquí para simular algo de responsabilidad, pero si vienen yo no sé lo que pueda pasar. Ojalá  no vengan nunca”.