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En nombre de los hijos

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - “Se llamará Oigres”, y ahí mismo el niño, como si conociera que había sido mutilado de por vida, formó un berrinche en la sala de partos que provocó un unánime ¡llévenselo!, sin apenas cortarle el cordón umbilical.  

Y no exagero. Nacer en un país donde la guasa y el bonche están evaluados con marca de calidad por su poder corrosivo y cargar con semejante nombre, más que una identidad, es un abuso.

¿Por qué no Sergio en vez de Oigres, si al nacer en Cuba nada lo hará escapar de la libreta de racionamiento, el servicio militar y otras sabrosuras que nadie puede evadir aunque se oculte detrás del más enrevesado apelativo?

Que yo sepa, ni en nuestros años bolos de carne rusa enlatada, ositos mishas y matriuskas, ningún Vladimir Zubizarreta o Katiuska Rodríguez escapó de la zafra de los 10 millones ni de los zapaticos Kiko plásticos.

Es más, ni la generación Y, desbordada en los años 90 entre apagones, bicicletas chinas y fricasé de cáscaras de toronjas, evitó la plaga del desabastecimiento nacional, o fue depositaria de algún bien.

Nombrarse Yamisisleydis, Yuniel, Yacusi, Yumayculín o Yuma, no les garantizó un estándar de vida similar a las marías, antonios, marielas y ramiros, con el que los jefes suelen bautizar a sus hijos, sean bastardos o naturales.

Pero esta tendencia actual de emplear anagramas para nombrar a una inocente criatura, cobra cada día más auge entre innovadores cubanos de patronímicos grecolatinos. Sí, porque si existen los que apuestan por invertir o intercalar las letras para formar un nombre, hay quienes los fabrican por un método parecido al dadaísta (abrir un diccionario al azar), o los reducen con notables resultados.

Entre los primeros, ganados por el afán de perpetuar sus nombres en el de sus hijos, aunque con la esperanza de que les vaya bien si lo escriben al revés, han surgido nombres antológicos que lustran la onomástica nacional.

Nadie que habite el planeta tierra deja de sentir un cosquilleo furioso por los vericuetos de la razón, al escuchar el excluyente pero musical nombre Margen Osiris, para denominar a un Germán cualquiera que arrastra en esas letras toda la pesadumbre de su padre.

O saborear un Ailed, exorcismo contra la obesidad, frustración profesional o jineterismo de una Delia que mira el horizonte mientras piensa en sus bienes terrenales: un carné de federada y una autorización para comprar dos bolsas de cemento.

Entre los segundos (que abren el diccionario al azar), basta con Hxomyel Mojena. Hijo de un balsero al que han devuelto seis veces a Cuba después de ver las luces de Isla Morada.

Para los reduccionistas, avalados por el poder de síntesis y la claridad, nada mejor que nombres como X y M Alfonso. Estos sí, músicos de renombre en el país, hijos de Carlos y L.

En nombre de los hijos, les sugiero a los padres que duden entre Oigres y Hxomyel Mojena, que opten por el nombre de Punto, aunque escrito con el signo gramatical.

Así los niños, los trabajadores del registro de inscripción y el pueblo en general, se lo agradecerán.

 

 
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