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Paisaje de las tiendas vacías 

Miriam Leiva

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Las tiendas de venta en divisas carecen de productos. Hacia junio comenzaron a cerrarlas con los pretextos de hacer inventarios o que se estaban  concentrando en las cadenas TRD, Cimex y Palco. Luego aparecieron los más insólitos carteles en las puertas: cajas contadoras rotas, cerrada hasta nuevo aviso.

En las tiendas que han permanecido abiertas todo cambia constantemente de posición, y donde estaba la mercancía aparecieron los espacios vacíos. Para disimular el desabastecimiento, utilizaron el método de sacar toda la existencia de almacén para desplegarla en la menor cantidad de estantes posible, con el propósito de llenar los huecos.

Puede escuchar a algún empleado decir a su compañero en voz baja que cuando se acabe el último envío, no se sabe cuándo llegará otro. Poco antes habían comentaso que había varios contenedores con mercancías para su “shopping”, pero no tenían dinero para sacarla.

La mayoría de la población tiene que comprar en esas tiendas y prioriza las necesidades: productos de aseo personal y limpieza del hogar. El detergente y la crema de afeitar desaparecieron. Le siguieron la crema dental y los jabones de tocador. Todos eran de producción nacional, de las empresas Suchel, en cooperación con entidades españolas. Sólo una pequeña cantidad de productos se importa, y estos se venden a precios más elevados, por lo que los ciudadanos no pueden adquirirlos.

Otro tanto sucede con los alimentos, importados mayormente de Estados Unidos: pollo, picadillo de res, salchichas, puré de tomate, aceite vegetal y sopa en cuadritos. Pero la oferta es inestable. 

¿Cómo es posible que no haya un surtido permanente de alimentos cuando el Estado cobra 3 veces y más, por encima del costo? Con ganancias tan extraordinarias y sin competencia, el desabastecimiento resulta inexplicable. Como se conoce, los bajos salarios y las pensiones se pagan en pesos inservibles en esas tiendas, en las que el Estado vende en moneda convertible (CUC), que hay que obtener en las Casas de Cambio a tasas muy elevadas La tasa de cambio es de 25 pesos por 1 CUC, en un país donde los sueldos y pensiones promedio son de 415 y 236 pesos mensuales, respectivamente.

No obstante, los caprichos en las decisiones económicas hacen que los importadores y las empresas comercializadoras internas no controlen sus divisas, por lo que tienen que esperar asignaciones y permisos. Al parecer, los proveedores extranjeros dejaron de entregar mercancías en consignación debido a que no  les pagan o  les retienen el dinero en sus cuentas de bancos cubanos, pues no hay fondos y los han utilizado en otros menesteres. 

Según la televisión cubana, en las escasas informaciones que brinda, se abastecerán las tiendas de venta en divisas con productos nacionales para ahorrar y enfrentar los efectos de la crisis económica internacional. Pero las materias primas también son importadas, y no todas se  pueden adquirir por falta de liquidez. 

En realidad, todavía no se ha llegado a la escasez de principios de la década de 1990, cuando comenzó el “período especial en tiempos de paz”, que ya dura 20 años y parece que pica y se extiende.

Peor destino enfrentan los establecimientos de venta en pesos corrientes. Cada día que pasa ofrecen al público menos mercancías, no sólo de muy baja calidad, sino que la poca limpieza se confunde con la carencia de pintura y los huecos en las paredes y los pisos. 


En unos y otros establecimientos los trabajadores se molestan cuando aparece un cliente. La atención decrece con la misma celeridad que los estímulos desaparecen: una bolsita con algunos productos alimenticios o de higiene, según el lugar; una pequeña cantidad de divisas adicional al salario, la propina de un cliente complacido, la posibilidad de sustraer productos o traerlos para venderlos “por la izquierda”.

Los dirigentes llaman a trabajar más para producir con vista a sustituir importaciones y exportar. Sin embargo, mantienen el nudo gordiano que no da el verdadero valor al trabajo, cercena la iniciativa individual y mata la creatividad.  Es un insulto a la inteligencia de los cubanos presentar en la televisión reportajes sobre el fomento de las pequeñas y medianas empresas, y el otorgamiento de  créditos en poblaciones venezolanas, nicaragüenses y bolivianas. No faltan muestras de Brasil y Argentina. 


Parece que los cubanos somos una especie distinta, a pesar de ser nuestro país miembro de ALBA. Si esos y otros proyectos son divulgados en La Habana como soluciones para impulsar el desarrollo personal, de comunidades y países, ¿por qué no se permiten acá? Quizás  subestimen a su propio pueblo, y confían  en que resistirá 50 años más, como dice la propaganda oficial, o pretenden engañarse hasta que llegue el diluvio.

 

 
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