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23 de septiembre de 2008
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El ciclón llegó ahora

Juan González Febles

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Con 200 mil viviendas destruidas (según la conservadora cifra oficial), un desabastecimiento patético, las reservas exhaustas y la confianza del pueblo perdida, se inicia otra dura etapa para el gobierno del general Raúl Castro. 

Ike y Gustav han dado paso a la agudización de severas contradicciones relegadas bajo la alfombra durante largos años. Pero lo más relevante de la nueva situación ha sido la inadecuada respuesta oficial a las variables emergentes. 

El rechazo por parte del gobierno cubano de los ofrecimientos de ayuda hechos por el gobierno de los Estados Unidos y por la Unión Europea, ha sido visto por muchos como una muestra de insensibilidad. 

Pero lo peor es que no se trata de que el gobierno quiera o no auxiliar a las víctimas de los eventos meteorológicos. Sucede que no tiene con qué hacerlo. Las reservas estatales están exhaustas. La situación creada demanda echar mano a la sacrosanta reserva de Fidel Castro, así como de las reservas militares. Pero esto es harina de otro costal. 

Por lo pronto, el paso de los ciclones puso sobre el tapete la inviabilidad de la llamada revolución energética y el mito inoperante de la imbatible Defensa Civil de Cuba. Privar a los ciudadanos de gas manufacturado para cocinar, permitiéndoles sólo la alternativa de hacerlo con electricidad, engrosa el capítulo de las masturbaciones sin imágenes del poder. Algo más que sumar al delirio de los 10 millones, las vacas enanas o el café caturra. 

El gobierno cubano jamás pide disculpas. Pero bien podría proceder a dejar sin efecto medidas que han demostrado su nocividad. Para empezar, retirarle el veto al gas manufacturado y paulatinamente olvidar la perjudicial e inviable revolución energética. Eso, como aquellos Diez Millones, tampoco va. 

Con el grave problema habitacional creado, podría pensarse en habilitar los modernos hoteles turísticos, recién construidos y vacíos, como edificios de apartamentos para los damnificados sin esperanzas. También podría estudiarse entregar al pueblo las casas vacías, cerradas y selladas de las zonas congeladas.  

Otra solución sería techar con planchas de zinc y tejas, las obras de la “batalla de ideas”, las instalaciones para turistas o las consagradas para el disfrute de los altos oficiales de las Fuerzas Armadas, el Ministerio del Interior y el Partido Comunista. El hormigón, el cemento, las cabillas y el resto de los materiales de construcción ahorrados por este concepto, podrían ser entregados a la población para que sus casas sean más seguras. Esto desplazaría hacia arriba el concepto de damnificado. 

Podría comenzarse con los damnificados del huracán Michelle o con los miles de albergados en esas comunidades de paso, que parecen haber llegado para quedarse con personas albergadas durante más de diez y veinte años. 

Agredir a la sociedad civil con un aumento injustificado en los precios del combustible, inoportuno y sin asidero con las necesidades reales, más que prepotente y abusivo, es simplemente estúpido. ¿Cómo es posible algo así en el momento que los precios del petróleo en el mercado mundial descienden? 

Quizás los achaques de la edad avanzada no permiten pensar con claridad. Es lógico y hasta normal, pero todo tiene un límite. Es el momento para soluciones y no para empecinamientos y perretas seniles. Como dijera sumida en profunda desesperación una albergada en Cambute: “¡El ciclón llegó ahora!”.

jgonzafeb@yahoo.com

 

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