Sirvienta de la revolución 

Tania Díaz Castro 

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Nereida es una mulata de 80 años, enferma y jubilada. Trabajó como criada de dirigentes políticos toda su vida. Reside en el municipio Playa, en una casa que se mantiene en pie de puro milagro. Se alimenta de la cuota que se vende a través de la libreta de racionamiento.  

Nereida relata que empezó a trabajar como sirvienta en 1963. Entonces tenía 35 años y nunca se había casado. Fue sirvienta en las mansiones ocupadas a la desaparecida burguesía habanera en 1959, en  Miramar, Kohly, Siboney, barrios elegantes de la capital. Durante casi medio siglo vivió bien, sin problemas; se alimentaba igual que los nuevos ricos. Eso sí, ni a las amistades de su barrio podía decir que trabajaba como criada de una importante familia comunista perteneciente al gobierno. También estuvo al servicio de varios miembros del Comité Central del Partido, de generales y hasta de ancianos parientes solitarios cuando sus familiares comunistas cumplían misiones en el extranjero.  

Nereida recibe una pensión mensual de 375 pesos, equivalentes a 15 dólares. Como se dedicó en cuerpo y alma a las labores domésticas, nunca tuvo hijos. Se ha quedado sola, acompañada por un par de perros satos y los vecinos que la ayudan.

Los sirvientes de la Revolución han sido, durante casi medio siglo, un verdadero misterio. Carecen de sindicato u organismo que los agrupe porque son, sencillamente, sirvientes de los miembros de la nomenclatura, personas de confianza política que no se sienten trabajadores domésticos aunque limpien a diario tazas de inodoros, lustren el piso y laven la ropa de los ancianos comunistas vencidos por el tiempo.