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14 de octubre de 2008
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Actos anónimos

Adrián Leiva. 

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Alberto es uno más entre cientos de trabajadores de la Unión de Empresas Eléctricas de Cuba, pero merece ser señalado como ejemplo. Realmente son muchos los trabajadores de ese organismo los que deben recibir el reconocimiento de la población, más allá de cualquier otra consideración. 

A principios de septiembre Alberto se fue de vacaciones junto a su familia. Viajó a una de las provincias que no fueron afectadas directamente por los huracanes Gustav e Ike. Al ver los destrozos causados por estos ciclones al sistema electro energético y la cantidad de personas privadas de este servicio, decidió retornar a su centro de trabajo, posponiendo sus vacaciones para mejor momento. 

Los datos divulgados por la empresa eléctrica hasta la fecha demuestran que todavía existen zonas del país donde no se ha restablecido el servicio, a pesar de las largas jornadas diarias de trabajo. Hasta el momento de redactar este artículo quedaban más de 340 localidades del país, básicamente en zonas rurales y montañosas afectadas, donde habitan más de 200 mil personas 

Los daños comprenden 146 torres de transmisión para las líneas de 220KV, totalmente destruidas, a las que suman 84 de las instaladas para la línea de 110KV. En trasformadores y luminarias públicas la cifra asciende a 3 mil 52 y 19 mil 218 respectivamente. En el sistema de distribución los postes y cables derribados suman 11 mil 300, y 422, los kilómetros de tendido. También se reportan más de 332 mil metros contadores entre el sector domestico y estatal.

Las pérdidas han sido catastróficas, según datos publicados por la prensa oficial. Aunque otros cálculos estiman que la cifra real es muy superior.

La imposibilidad de solucionar todas las averías simultáneamente en situaciones como las que vive en estos momentos el país, genera profundo malestar entre la población. El desespero y la lógica angustia de aquellos que se encuentran perjudicados no debe ser un impedimento para reconocer a esas personas, que al igual que Alberto, se esfuerzan dando lo mejor de sí, sin recibir nada extraordinario a cambio. Incluso padeciendo los mismos embates de la crisis. 

Como todos los trabajadores inmersos en las labores de recuperación tras el paso de los huracanes, Alberto lleva semanas de agotadoras faenas fuera de su provincia, alejado de sus seres queridos. Su actitud no está determinada por criterios ideológicos o cuestiones de moral socialista. Ni siquiera con los dictados de conciencia derivados de la fe. Es el simple gesto del ser humano que se conmueve ante el sufrimiento ajeno y se solidariza con el semejante.  

 

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