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1 de octubre de 2008
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Ecos de una tragedia    
          
Jorge Olivera Castillo, Sindical Press 

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Las carencias ponen en peligro la precaria estabilidad. Se multiplican especuladores, reyes de la estafa, ladronzuelos de mucha y poca monta, y eso es insostenible ahora que un par de huracanes han dejado a miles de cubanos con una mano delante y la otra detrás.

Los pillos de siempre y otros en pleno aprendizaje han tenido buena cosecha. Sacan a la palestra sus habilidades para timar a cualquiera. Unos aumentan las sustracciones en sus centros de trabajo, otros adicionan números a los precios en los mercados; hay quien se las ingenia para hurtar parte de las donaciones recibidas del exterior y multiplicarle, sin piedad, el costo de producción. Por otro lado, los acaparadores convierten sus casas en almacenes de víveres y de cuanto artículo aporte jugosas ganancias.

Esto ocurre bajo la banda sonora de los rumores que se entrecruzan en los empobrecidos barrios del país donde la miseria está inscrita en el registro de dirección, tiene certificado de nacimiento y el cuño de la eternidad. A golpe de presunciones en los vecindarios se da por hecho que estamos en la antesala de una hambruna. “Esto se va poner como en los años 1993-1994”, aseguran las teorías de obreros, jubilados y amas de casa. En las filas para obtener las más urgentes provisiones se escuchan los hipotéticos vaticinios de lo que va a suceder en los próximos meses.

Muchos temen que nuevamente haya que degustar bistec de corteza de toronja, picadillo de cáscaras de plátano, infusión de hierbas silvestres, y con buena suerte, cenar el fin de semana fricasé de gato. Estos felinos salvaron de la desnutrición a numerosas familias en los años más trágicos del llamado período especial en tiempos de paz. La URSS había dejado de existir y la revolución cubana apenas flotaba en un mar de penurias.

Al menos en La Habana era raro ver un ejemplar en algún tejado. Los cazadores estaban por doquier con piedras y trampas artesanales. ¿Cuántos cubanos comieron gato, bien por imperativos de las circunstancias o quizás con la idea de estar consumiendo conejo u otro tipo de carne?  Es difícil saberlo. Quienes lo hicieron preferirán olvidarlo. No obstante existen temores de que esos tiempos vuelvan. La gente lo anuncia con un suspiro de resignación y también con la certeza de que no van a tolerar otra vez esa afrenta.

La situación del país es delicada. Aunque algunos tildan  de exagerados los números que cuantifican las pérdidas ocasionadas por los dos meteoros, es obvio que el desastre es de magnitudes extraordinarias. Sería oportuno subrayar que las condiciones sociales y económicas eran desastrosas antes del paso de los eventos meteorológicos. Ahora simplemente aparecen los agravantes de una crisis que ya venía gestándose al calor del estancamiento y la resistencia a acometer cambios estructurales de envergadura.

En la actualidad los niveles de anarquía alcanzan valores sin precedentes. Han superado el margen de legitimidad que el oficialismo daba con tal de sacar parte del vapor a la caldera social. La ilegalidad es consustancial a una cultura de supervivencia donde los salarios constituyen parte de una simbología sin otra trascendencia que darle un barniz de normalidad a un sistema de gobierno que ha invertido la escala de valores y el sentido de la dialéctica en su más clara acepción marxista-leninista. Aquí el trabajo honesto no es proporcional al alcance de un decoroso nivel de vida. Quienes mejor viven y quienes sobreviven, son los ciudadanos que practican el delito.

Muy tarde pretenden poner orden en un país signado por el descontrol, la doble moral, la apatía y la corrupción, aunque las apariencias se empeñen en ofrecer una versión edulcorada de la realidad. Mayor severidad en los castigos, medidas para crear conciencia contra las ilegalidades. Nada detendrá un proceso de decadencia que ha madurado hasta la podredumbre.

En una reciente reunión con varios dependientes y administradores de comercios estatales en el capitalino municipio Habana Vieja, encargados de repartir los artículos racionados, se advirtió sobre posibles dificultades con el abastecimiento de arroz y aceite a partir del mes de noviembre.

¿Quién duerme con esos truenos? 

 

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Litografía. Quitrín, La Habana, Cuba, 1850
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