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28 de noviembre de 2008
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Contra la violencia de género 

Miriam Leiva

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) -  La violencia de género se asocia usualmente a la mujer. Aunque se aprecia un avance notable en el reconocimiento de sus derechos y las mujeres participamos en todos los ámbitos del quehacer humano, en muchos países existe discriminación y abuso.

Costumbres ancestrales podrían ser la explicación en infinidad de casos, pero hasta en las sociedades más democráticas con legislaciones muy avanzadas hay maltratos  psicológicos y físicos que llevan a la locura y la muerte.

En Cuba llama la atención que no se haya destacado en la prensa, el pasado 25 de noviembre, el Día Internacional contra la Violencia de Género, ni se organizaran actividades desde la base de la Federación de Mujeres Cubanas, otras organizaciones y el propio gobierno. Únicamente el periódico Juventud Rebelde publicó en su última página la breve noticia: “Comenzó la jornada de lucha contra la violencia de género, que se extenderá desde el 26 de noviembre hasta el 10 de diciembre, y se iniciará con un taller científico en el Instituto de Periodismo José Martí, auspiciado por la Red Iberoamericana de Masculinidad”. 

Al día siguiente se conoció que la FMC había realizado un acto en la Sala Magna de la Universidad de La Habana, donde se culpó al embargo norteamericano por todos los problemas que afrontan las mujeres en Cuba.

Se trata de eventos a puerta cerrada, con participación selecta y argumentos alejados de la realidad. No parece casual la fecha de culminación de la jornada, aunque no se hace referencia a su significación, pero servirá para aducir que se celebra también en Cuba el Aniversario 60 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. 

Indudablemente, las mujeres somos fundamentales en esta sociedad por el papel en la familia, la atención a los hijos y ancianos, la realización de las tareas hogareñas, los esfuerzos cotidianos para garantizar y estirar los magros alimentos con maravillas culinarias; la lucha en los demorados y repletos ómnibus para llegar al trabajo. Tenemos técnicas, científicas, maestras, deportistas, agricultoras, pintoras, escritoras, amas de casa, pero hay pocas en las esferas de dirección.

Reflexionaba  una vecina que la violencia contra la mujer parte de la educación de los niños y niñas. Muchos se crían en un hogar de padres  crispados por el reducido espacio, a veces durmiendo todos en la misma habitación; con preocupación por la carencia económica para adquirir los alimentos que deben comprarse a altos precios en las tiendas de venta en divisas, porque las cuotas de los pocos que se venden racionados no alcanzan para más de 10 días; los zapatos rotos y la ropa encogida hasta que se reúna suficiente dinero; sin juguetes ni otros medios de distracción.  Las discusiones, los gritos, las palabras soeces  y hasta los golpes forjan imitaciones y agresividad.  

Hoy no sólo es cuestión de que partimos de una sociedad machista.  La mujer ha ocupado mayor espacio, pero también es reflejo de su ámbito social. Los hogares se rompen por todos los problemas cotidianos, el matrimonio por embullo y los pleitos (no siempre por culpa del hombre), sino también por la presión que todos los cubanos sienten al tener que vivir ajenos a la realidad, pues se saben vigilados por el Comité de Defensa de la Revolución, y desde pequeños tienen que ocultar las ideas para que no se conviertan en un sonido peligroso de  palabras.

Es la contradicción permanente entre el ser y el pensar.  La mentira imprescindible en una sociedad forjada durante 50 años de guerra de todos contra todos, donde se culpa al enemigo externo para mantener el poder absoluto, se acusa de contrarrevolucionario y mercenario a quien procura expresarse, y nadie tiene derecho a la creación pacífica y libre.  

Al caminar por cualquier barrio, posiblemente se escuche a un joven gritar a una muchachita:

-¿Qué te pasa! 

La respuesta horripila. Pasa una niña que habla a su amiguito con un vocabulario de espanto. Dos varones se enredan a golpes por una pelota. En la esquina hay cuatro adolescentes jugando dominó y tomando ron.

Las legislaciones como el Código de la Niñez no pueden sustituir a las familias destruidas y la pérdida de costumbres, la educación formal y los valores en los ciudadanos. El cubano necesita su autoestima y poder de decisión en todos los ámbitos.  No es asunto de Patria o Muerte, Venceremos, sino de Patria para todos con igualdad de oportunidades, trabajo honesto y remuneración adecuada, en unión para forjar la vida con el pleno ejercicio de los derechos y deberes para el bienestar de todos.

 

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