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27 de noviembre de 2008
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Ratas de galeras

Odelín Alfonso Torna

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Duniesky González Ávila aún recuerda el fogonazo a sus espaldas de un revólver Colt 45. El proyectil penetró en su cuello hasta llegar a la clavícula. Afortunadamente no murió. A las tres horas recobró el conocimiento en el hospital militar Luis días Soto, conocido por los capitalinos como Hospital Naval.

Duniesky González tenía entonces 17 años. Estaba recluido en el correccional Zona 0, perteneciente al centro penitenciario capitalino Combinado del Este. Fue juzgado por enrolarse con otros tres jóvenes en un delito de malversación. 

Duniesky no llegó al término de su condena. El 3 de diciembre de 1994, a raíz de una supuesta indisciplina, el suboficial Rodolfo Castellanos Cuéllar resolvió darle un tiro por la espalda.

El arma con la que recibió el balazo Duniesky no estaba asignada al suboficial Castellanos Cuéllar, quien en ese momento se desempeñaba como jefe del pelotón de seguridad penal en el correccional Zona 0. El primer teniente Coba, entonces jefe de plana de seguridad penal, violó lo establecido al entregarle su arma a Rodolfo. Según las declaraciones de Coba a la fiscalía militar, este sólo se la dio a “cuidar en el horario de almuerzo”.

El hecho ocurrió minutos después de que Yuniesky fuera visitado por su padrastro, Pedro Pablo Menéndez Rodríguez. Según la victima, una discusión originada por la supuesta violación del horario de visita dio lugar al incidente.

Este es uno de los tantos capítulos en el largo historial de arbitrariedades dentro del sistema penal cubano. Otras historias permanecen ocultas en los oscuros y húmedos pasajes de una galera. Sus protagonistas, oficiales, guardias o reclusos al servicio de éstos, recuren a golpes bajos y luego se escabullen como ratas.   

No pude evitar que mis ojos se empañaran al leer la carta del periodista independiente y prisionero de conciencia, Víctor Rolando Arroyo, dirigida a su esposa Elsa González Padrón. La misiva fue publicada el 3 de noviembre por la página electrónica CubaNet. Dos reclusos de la prisión Kilo 5 ½, en Pinar del Río, le propinaron al comunicador una golpiza en la cabina telefónica.

El capitán Osmany, encargado de conducir a Víctor Rolando Arroyo hasta la cabina telefónica, “olvidó” cerrarla con candado.

Son estos los patrones represivos a los que se expone la población penal, con exclusividades para aquellos que guardan prisión por causa política. Es un ambiente de maquinaciones, el cuál resume Víctor Rolando Arroyo en su carta cuando expresa que  “nada aquí es fortuito, todo lo que ocurre es premeditado”.

¿Son la bala que permanece aún en el hombro izquierdo de Duniesky González, y los hematomas en el cuerpo de Víctor Rolando Arroyo, las pruebas irrefutables que sancionan al sistema penitenciario cubano?

¿Alguien se cuestiona cuál es el premio para estos empleados a sueldo, victimas también de los que diseñan el terror tras las rejas?

Hoy el oficial Coba es mayor del Ministerio del Interior (MININT), quedó exento de culpa en el incidente con el recluso Duniesky. Rodolfo Castellanos Cuéllar fue juzgado por un tribunal militar a un año y seis meses de prisión.

Tanto Duniesky González como Víctor Rolando Arroyo fueron victimas de las irregularidades del sistema penitenciario cubano, ese que se proclama defensor de los derechos del recluso.

Cuba firmó el pasado mes de febrero el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. El artículo siete del citado texto dice que “nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”. 

Sin dudas será un reto para la dictadura abstenerse de sus guiones represivos, aún cuando las ratas de galera andan sueltas.

odelinalfonso@yahoo.com

 

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