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25 de noviembre de 2008
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El cambio comienza por uno

Juan Carlos Linares Balmaseda

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Un orden social que establezca la coexistencia pacífica entre los individuos, conlleva inexorablemente al anhelo común del sufragio mediante el voto directo y secreto para elegir al presidente que representará a la nación. Los cubanos acarician ese anhelo común de votar por un presidente autentico. Y por inverosímil que parezca la paradoja, fue una inmensa mayoría de cubanos los que asumieron como cosa propia las recientes elecciones presidenciales entre los candidatos Barack Obama y John Mc Cain.

Aún así, con el gobierno en contra, que distorsiona la esencia de la democracia (el sufragio universal), la voz popular cifra esperanzas en el demócrata Obama. Son infinitos los augurios, los que a bandazo limpio desde la especulación a la divagación encubren el otro anhelo de los cubanos: el cambio. Un amplio sector de la población cree que con Obama el cambio lloverá del cielo.

Supongamos que Obama viaja a Cuba para indagar sobre la aspiración personal de cada cubano con relación al cambio, y preguntara con su acento americano:

-¿Ustedes todavía pagar Comité de Defensa de la Revolution?

-Míster, es que no queremos señalarnos públicamente en contra de este gobierno anti-cambio -responden algunos con sentido común.

-¿Ustedes por qué no afiliarse a grupos de derechos humanos para que reclamen derechos políticos, económicos y civiles?

-Míster, es que todavía le tenemos un miedo a la sombra de Fidel que nos chispeamos en los pantalones -responden otros por allá con sentido común.

-¿Ustedes querer visa de refugiado para mi país?

-¡Siii, míster, es lo que más anhelamos!, vivir en democracia -responden aquí, allá y acullá. 

-Entonces ustedes no querer cambios para su país. Ustedes jodidos quieren seguir. 
 
El genio de los cubanos quedó atascado cuando se fugó del mal y no quiso enfrentarlo. Y para ello se escudan en millones de pretextos que justifican el miedo; sin meditar que el cambio está en uno mismo; y que el primer paso para el cambio está en entregarse a la virtud de pensar y de actuar con franqueza como el religioso que se entrega a su fe.

Los acuerdos migratorios que en un futuro se implementen entre Washington y La Habana, hincharán las velas al cambio cubano en dependencia de la transparencia con que se jueguen las cartas diplomáticas. Establecer un consenso que abarque todas las tendencias, puede que impulse el cambio, o lo que es igual, el tránsito hacia una Cuba democrática. Jugar por debajo de la mesa beneficiará únicamente al régimen al que, en este tema, le sobra pillería.

 

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