Paradojas de un premio

Reinaldo Cosano Alén, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – En la torre cilíndrica que sirve de vigía en el Castillo de la Fuerza, se yergue la figura de La Giraldilla, símbolo de La Habana. El premio que se otorga a la calidad de la gestión empresarial lo ganó la Empresa de Diseño Ciudad de La Habana.

El premio lleva el nombre de Giraldilla, y se otorgó a esta empresa por su aval constructivo, en el que aparecen la Villa Panamericana, el hotel Panorama, el Centro de Negocios Miramar, y la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, entre otros. Oasis urbanísticos, estos, en una ciudad maltratada por todos sus puntos cardinales, con casi tres millones de habitantes y urgida de un rediseño integral que toque sus cimientos. Los cubanos, ante el anuncio del Instituto de Meteorología de que un ciclón se acerca, imploran, elevando las manos al cielo: “Quiera Dios que no pase por La Habana”.

El ruego responde al deplorable estado de un gran número de edificaciones que pudieran derrumbarse. Los capitalinos, debido a tantos apuntalamientos que sostienen sus viviendas, con ironía han cambiado el nombre del santo patrón de la ciudad, San Cristóbal, forzudo gigante del santoral católico, por el de San Lázaro, enfermo y desarrapado, y sólo capaz de moverse apoyado en sus muletas.

La ciudad muestra inmuebles e infraestructura hidráulica prácticamente inservibles, y vías que no reciben obras de mantenimiento desde hace cincuenta años, exceptuando algunas zonas de Miramar, el Vedado y el Casco Histórico del municipio Habana Vieja, por razones turísticas.

El Premio de Diseño Giraldilla debiera otorgarse no a la obra realizada, que es valiosa, sino a los proyectos constructivos de que está urgida la ciudad para que no se nos caiga en la cabeza.