La cara triste de tío Pepe

Tania Díaz Castro 

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – El recuerdo de la cara triste que puso el tío José Antonio cuando me contó su problema inspiró esta crónica. La historia se inició cuando Fidel Castro anunció en 1968  que iban a sembrarse 25 mil caballerías de caña en el país para alcanzar, durante la zafra más larga del mundo, la cifra de diez millones de toneladas de azúcar.  

El proyecto fracasó. De los diez millones nadie se acuerda. O mejor dicho, se acuerdan el tío Pepe y otros campesinos que como él vieron reducidas a nada sus tierras, sólo por cumplir el capricho de un hombre.  

En los años ochenta, los estragos ocasionados por aquella siembra indiscriminada de caña seguían vigentes en el campo cubano. Mi tío llegó una noche a casa, y casi llorando contó cómo habían destruido su finca, herencia de padres y abuelos, cuando lo obligaron a desaparecer los sembrados de pangola, el ganado, y a cortar de raíz sus cultivos de frutos menores para sembrar caña. 

-Esas tierras no son cañeras –repetía una y otra vez a los dirigentes que lo visitaban.
De nada valió su experiencia de una vida entera sobre el surco, arriando ganado por los montes.

-Los potreros del ganado, sembrados de pangola, fueron sustituidos por caña que nunca se dio.

Dos años después, el tío preparó sus tierras para regresarlas a su estado original. Pero su finca no volvió a ser la misma; la productividad por hectárea no alcanzó nunca los antiguos niveles. No quedó estéril la tierra, pero sí mal herida. 

-Por la locura de los diez millones -dijo.  

El tío Pepe ya no es campesino, no cultiva la tierra. Es  un hombre dedicado a la masonería, ferviente promotor de la fraternidad, la justicia y la caridad. A pesar del paso de los años todavía recuerdo su tristeza, y los campos de la finca La Araña, en Caibarién, donde pasé muchos ratos inolvidables de mi infancia.