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24 de noviembre de 2008
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Lo que se llevó Pateta

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Mucho más que estar al tanto de cómo luce Fidel Castro en cada nueva foto, los habaneros de a pie se preocupan por correrle detrás al boniato y la cebolla.

La causa no radica sólo en el frío desvalimiento de sus fogones. Es que desde hace algún tiempo el líder tan temido y tan cargante pasó a ser historia antigua para la gente común en estos predios. “Ojos que no ven, corazón que no siente”, podría ser el refrán que cabe aplicar para el caso. Pero es posible que encaje mejor aquel otro que sentencia: “Se lo llevó Pateta”. 

Parece que a quienes nos observan desde lejos les cuesta explicarse este fenómeno.
Aunque mucho más inexplicable resulta el interés (con visos de aberración) que continúa despertando en los medios internacionales la más menuda noticia relacionada con Castro. No faltan algunos con la inventiva fértil que se lanzan a describir las reacciones del pueblo ante la publicación de sus fotos, o la noticia de su presunta mejoría. Pero probablemente no sean lágrimas lo que han creído ver desde esas alturas, sino el efecto de la cebolla.

Bien les vendría dejarse caer en tiempo real por La Habana profunda. Así constatan algo que es ley desde los días de Pericles, hace un carretón de siglos; o sea, que una masa pobre y desesperanzada, sin la clásica minoría directriz que sepa no sólo administrarla, sino también impartirle ejemplos y abrirle horizontes, no puede ni desea gastarse neuronas en la política.

En la mejor de las variantes acata sin aceptar, afirma con la lengua y desaprueba con las tripas, para ir flotando sobre la corriente mientras otra cosa sea. Si hace mal o bien, si tal conducta la eleva o la hunde, será tema para el juicio de Dios o de los pesquisidores de la historia. Pero la realidad es como es y no como quisiéramos, mucho menos como se nos ocurra fantasearla.

Y aquí en la Isla, hoy por hoy, la realidad se encuentra a tiro de ojo. Basta con cagarse las suelas bajando a constatarla en los barrios pobres, que son casi todos, donde a nadie le importa si la salud de Fidel Castro mejora o empeora, si luce más o menos reanimado, o si retoma o no las riendas, que como es sabido, no ha soltado jamás y que muy posiblemente no suelte hasta el último segundo, cuando Pateta decida culminar su trasiego de sombras.

Si es cierto aquello de que no hay sociedad organizada, o se está muy cerca de que no la haya, cuando la susodicha minoría directriz evidencia su incapacidad para influir –aun cuando no para dominar- a la masa mayoritaria, entonces convendrá que algún sesudo explique en qué se ha transformado nuestra sociedad. Pero la verdad es que cualquier noticia referida tanto a Fidel Castro como a las pretendidas reformas de sus sucesores, le entra hoy a nuestra gente común por un oído y le sale por el otro.

Claro que no únicamente quienes nos observan desde allende el mar demuestran estar ajenos a esta realidad. Sin ir más lejos, ahora mismo un periódico cubano incurre en la falacia de preguntar a sus lectores, presumiblemente jóvenes: "¿Qué ha sembrado en ti la revolución cubana?". Pero, ¿de qué revolución hablan ellos? ¿No quedamos en que se la llevó Pateta?

 

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