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17 de noviembre de 2008

 

 
EL LADO OSCURO DEL COMANDANTE
La carne de la máquina

RAUL RIVERO

No hay enemigo chiquito, dicen los viejos que saben. Y un niño que salió de Cuba botado al mundo como un balde de escoria por la tromba de 1959 ha escrito ahora un libro donde se puede ver el rostro sin careta de Ernesto Che Guevara. Un perdedor nato, elevado al rango de leyenda por la propaganda, los fanáticos y la orfandad de cierta izquierda que da vueltas bajo un apagón con chispazos de populismo.

El niño (salió de Cuba en 1963 con nueve años) es hoy el profesor y escritor Jacobo Machover, residente en París, autor de La cara oculta del Che. Se trata de una investigación forjada con entrevistas con viejos compañeros, víctimas y testigos de la vida del médico argentino que acompañó a Fidel Castro en la campaña de la Sierra Maestra.

Antes de entrar en La Habana con la caravana que llevaba la esencia de una dictadura de medio siglo a sustituir la de siete años del general golpista, el joven guerrillero enseñó esa cara que Machover salva con lucidez de la avalancha de ferretería política y bagazo comercial que se ha derramado sobre la figura de Guevara.

Ante el rumor de que ha muerto en una escaramuza, el combatiente escribe a su madre: «Querida vieja, aquí desde la manigua cubana, vivo y sediento de sangre, escribo estas encendidas líneas martianas»..

Esa sed es una de las urgencias del argentino que siguen fijas en la memoria de los cubanos porque la volvió a padecer después, cuando dirigió los procesos de fusilamiento dentro de la fortaleza de La Cabaña.

Machover cuenta que los juicios contra los colaboradores (o no) del régimen batistiano duraban cinco o 10 minutos y se enviaba a la gente al paredón de fusilamiento. El Che, recuerda el escritor, era «el presidente del tribunal, fiscal, presidente de la comisión depuradora, del tribunal de apelación y comandante en jefe del cuartel».

En otra zona del libro, deja ver, con todo el fulgor de la prepotencia de Guevara, sus prejuicios contra los intelectuales, precisamente la gente que más ha colaborado en el camino de su sacralización. Es el capítulo dedicado a examinar la conciencia de los escritores y artistas. Machover pone en la portadilla esta frase definitiva del Che que arrastraron durante años quienes pretendían integrarse al proceso de cambios que anunciaban los guerrilleros: «La culpabilidad de nuestros intelectuales y artistas reside en su pecado original; no son auténticamente revolucionarios».

¿Culpables de qué? Machover asegura que, después de eso, la mayoría de los intelectuales cubanos se encontraron en una situación literalmente kafkiana, como la que tenía que afrontar Joseph K. en El proceso.

El escritor explica el origen del mito, lo estudia con objetividad y ofrece a los lectores fuentes y pruebas. Machover no se muestra como un enemigo (ni grande ni pequeño) implacable, un vengador errante, ni un desquiciado lleno de odio. Es un adversario coherente, un intelectual libre que quiere restablecer la verdad y sacudir el mito.

Ernesto Guevara, promotor de la violencia, confiaba, en la primavera de 1967, en «el odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar».

Jacobo Machover desmonta el interior de ese aparato y lo pone pieza por pieza frente al lector porque cree que el hombre no es una máquina de temperatura variable. El se propone ponerle carne y huesos para «llegar a desmitificar lo más posible la figura del guerrillero heroico que sigue siendo objeto de adulación vergonzosa».

Aunque no es sospechoso, como otros intelectuales franceses, de haber trabajado con vehemencia en la invención del santurrón de boina y estrella, Bernard-Henri Lévy ha dicho: «El libro que hay que leer sobre el Che es, sin duda, el de Jacobo Machover».

Este es un libro importante para todos. Y en especial para Cuba, donde tantos hombres se han puesto estrellas de hilo de coser y de metal en los hombros y en la cabeza.

 

REVISTA CUBANET
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