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14 de noviembre de 2008
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Cambiando la bola

Odelín Alfonso Torna

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Decir en Cuba que vino a la carnicería media libra de pollo por jurel o picadillo condimentado, es señal que el Estado benefactor, a falta de un producto, distribuye otro. De cualquier forma inmediatamente abordamos la bodega y hacemos de esa media libra de pollo normado la gran cena de la semana. 

La XXVI Feria Internacional de la Habana cerró sus puertas el sábado 8 de noviembre y el empresariado socialista en armas firmó contratos que superan los 350 millones de dólares. Dicen que es la de mayor participación en los últimos cinco años, siendo el inversionista ibérico el protagonista por excelencia en los pabellones de la Expo habanera. 

Mientras la Habana y sus empresarios tienden la mano a socios de Argentina, Brasil, Chile, México, Puerto Rico y Venezuela, países a tono con el marcapasos político de un régimen a punto del colapso económico, otra feria sostiene su desidia ante el proletariado. 

Siento pesar por las bodegas y sus heroicos estantes, exponentes de paliativos que subsidian el hambre los primeros diez días del mes. Son estas las ferias que visitamos cada inicio de mes y extraemos la ración que un día se nos impuso sin la menor consulta popular.   

Desde el año 2000, Alimport, empresa importadora de alimentos, que ha estado presente en varias ferias internacionales, alardea de haber gastado más de 2 mil millones de dólares en los productos subsidiados de la canasta básica, en medio de altas y bajas en los precios que impone el mercado internacional. 

Aquellos samaritanos con fusil al hombro que a principios de los 60 intervinieron las bodegas privadas, hicieron de estas el cuerno de la equidad con los remanentes de su poder. Hoy sostienen la canasta básica importando el 80% de los alimentos subsidiados, además de buscar fórmulas que alivien sus gastos por este concepto.  

A la sazón de una feria que promete entre firmas y protocolos incrementar la compra de alimentos, equipos y materia prima, el Estado apuesta por los racionamientos con la fórmula de siempre: variantes de pago, innovaciones sobre los productos, incrementos y reducciones de las cuotas, siempre inclinando la balanza a su favor. 

Con sólo citar tres ejemplos se puede entender como el Estado gana terreno en las bodegas. Desde el año 2005, la propuesta de Fidel Castro fue distribuir cuotas normadas adicionales para superar el costo de los productos subsidiados. 

De los diez huevos mensuales que se distribuyen por persona en la capital, cinco se venden a 15 centavos y el resto 90. Si sumamos el valor total de las posturas y lo dividimos entre diez, nos damos cuenta que cada huevo cuesta 52 centavos, cifra que supone aliviar el costo de producción por postura. 

Igual sucede con el arroz y sus siete libras a distribuir por consumidor. Cinco son subsidiadas (20 centavos) y dos adicionales (90), con la resultante de 40 centavos por libra. 

Pero el que más se desmarcó de los subsidiados fue el café, que aumentó su cantidad y precio, de 14 centavos a cinco pesos por cada envase de 115 gramos distribuido por consumidor. 

Es habitual que la Unión de Empresas Minoristas de Comercio y Gastronomía anuncie en su sección dominical del periódico Tribuna de la Habana, que distribuirá pollo en lugar de pescado o picadillo condimentado.  

Prefiero el pollo despechugado del norte. El “enemigo histórico de la revolución”, a pesar del embargo, le vende a Alimport la tercera parte de los alimentos que consumimos.

Puede que los 209 empresarios estadounidenses que participaron en la Feria de 2008, se opongan a las regulaciones impuestas por Washington. Por más que aumenten sus ventas a Cuba, con más de lo mismo, nos toca media o una libra de pollo al mes. Esa es la cuota de siempre, con ferias o sin ellas.

odelinalfonso@yahoo.com

 

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