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13 de noviembre de 2008
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Paseando entre locos

Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanetet.org) - Un paseo por Mazorra, como llamamos los cubanos al antiguo Hospital de Enajenados de la Isla de Cuba, fundado en 1861, en el municipio Boyeros de La Habana, es algo que no se olvida fácilmente.  

Lo visité muchas veces, cuando mi madre trabajaba en las salas de mujeres por los años cincuenta del siglo pasado. Entonces era un lugar horrible. Los enfermos mentales no vivían como seres humanos. Luego, a partir de 1959, el hospital fue reformado y atendido, tanto, que el gobierno lo consideró durante décadas como uno de los mejores establecimientos de su género en América. Hoy, no sé si se pudiera decir lo mismo, porque a pesar de su limpieza y de proporcionar a los enfermos y empleados una alimentación mucho mejor que la que proporciona al pueblo a través de la canasta básica, sus edificaciones están en mal estado, cayéndose a pedazos.  

Hace unos días acompañé a un amigo que visitó a una prima, ingresada en la sala Jacobsen esquizofrenia. Nos sentamos en el parque donde los enfermos deambulan, ansiosos por entablar una conversación con los extraños.  

Se nos acercó un enfermo joven, bien parecido, y nos pidió un chavito (peso convertible equivalente a un dólar). Le pregunté para qué lo quería. Se cruzó de brazos y apretando los labios me dijo:

-Para comprar cosas.  

Me interesé por él. La prima de mi amigo nos dijo que era sonámbulo y mirón, que sufre crisis de ira, que se pasa toda la noche mirando hasta por las ventanas de los hombres, que un día se le olvidó dónde vivía.  

Allí, en aquel patio de locos, me vino a la mente un colega residente en Lawton, periodista independiente, que siendo muy joven fue ingresado en Mazorra durante un mes, cuando se declaró opositor al régimen. Ni siquiera las sesiones de electroshock que le aplicaron lo convirtieron al comunismo.  

Antes de marcharnos, otros enfermos nos pidieron dinero. Ni cigarros, caramelos o café, como pedían antes. Están obsesionados con el dinero convertible; como casi todos en Cuba.  

El hospital no está repleto de enfermos mentales. Las áreas al aire libre, donde años atrás paseaban cuerdamente los locos, hoy están prácticamente vacías. Las puertas, tanto la principal como las laterales, no están controladas y fácilmente se puede entrar o salir sin pedir permiso.  

Según la Organización Mundial de la Salud, las enfermedades mentales van en aumento, y son los países en vías de desarrollo los que más sufren este problema.

En 2005  había en el mundo 34 millones de locos. En Cuba no sabemos cuántos hay. Pero en la calle, donde dicen que andan las personas normales, hay muchos que son sonámbulos o mirones; y los que sin ningún pudor te piden un chavito, tienen ataques de ira en la vía pública y hasta se olvidan dónde viven porque no tienen casa, ni recuerdos, ni flor.

 

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