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7 de noviembre de 2008
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Peor el remedio

Rafael Ferro Salas

PINAR DEL RÍO, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - A media mañana llegué al hospital de esta ciudad. Hablé con la enfermera del cuerpo de emergencias. 
-Necesito hablar con un médico, señorita.

La mujer me miró y siguió escribiendo. Miré a todos lados algo apenado por el trato que había recibido. Decidí hablar otra vez con la muchacha.

-Mire, el médico que yo necesito ver es…

No me dejó terminar la frase:

-No le puedo dar ningún tipo de información, señor. Ya terminé mi turno. Estuve toda la noche despierta y al parecer nadie quiere considerar eso. Averigüe por su médico con otra persona.

Salió del lugar sin darme tiempo a nada.

Una anciana que había presenciado todo me dijo en voz baja.

-Al terminar el turno de la noche todas son así.
-¿Todas?

-Me refiero a las enfermeras de aquí. Yo nunca les pregunto; prefiero esperar y ver yo misma a la persona que necesito ver. El trato es malo, pero si uno se queja a los de la administración no hacen ningún caso. Es como una conspiración.

La anciana hablaba y miraba a todos lados como temiendo ser vista o escuchada por alguien que no fuera yo.  Bajando aún más el tono de la voz, me dijo:

-Todo eso sucede por no haber un dueño. Si este hospital fuera privado el trato no sería el que nos están dando. Mi difunto esposo fue médico, tenía una clínica privada. Fue hace más de cincuenta años. Murió trabajando después en un hospital estatal como este. Sufrió mucho viendo el trato que los demás empleados les daban a las personas. 

La mujer hablaba sin parar. El área de recepción comenzaba a abarrotarse. Yo buscaba con la mirada intentando hallar a la persona que necesitaba ver.

-Yo le digo a usted que eso de la salud gratis es un cuento de camino. La mayoría de los médicos hoy en día están pensando en el viaje al extranjero para volver ricos. No atienden apenas  a lo que están haciendo y si uno se descuida lo matan…

Miro a la mujer. Comparto su opinión, pero no tengo tiempo para decírselo. Quiero volver a mi casa. Siento como si empezara a faltarme el aire al verme rodeado ya de tantas personas. Muchos hablan en voz alta, gritándose los unos a los otros.

-Mire qué bulla, esto no parece un hospital…

-Adiós, señora… creo que mejor me voy, gracias por la conversación.

Y sin darle tiempo apenas para responderme salgo. Por el camino de regreso voy pensando en lo que la anciana dijo. Mañana, con un poco de suerte podré ver al médico y preguntarle para aclarar mis dudas. Eso de la salud es muy importante, quizás la enfermera que me atendió no esté de turno.

 

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