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7 de noviembre de 2008
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Desde el campo

Tico Morales, APLA

CIEGO DE ÁVILA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Viajar por los campos de Cuba ha dejado de ser algo apacible. Y si se vive allí, mucho menos.

En el pueblo de Pedrera, municipio de Chambas, los hermanos Manuel María, 68 años, y Miguel Mariano González, 70, son dos curtidos guajiros con sangre canaria en sus venas. Bajaron en sus bestias de las lomas para llevarles a sus familias del pueblo de Fallas, entre arroyos, distante 18 kilómetros, algunas viandas -boniato, malanga -, y granos, para que la prole González amortiguara la hambruna de estos meses. Todo había sido sembrado y cosechado con sus propias manos.

Pero esto es un delito para los extremistas inspectores de turno, ya para sorpresa de los arrieros, la carga que transportaban se consideró como mercancía acaparada, y ahora los hermanos pasan por el trance injusto del decomiso de sus alimentos. Hasta los animales les quieren decomisar.

Manuel María y Miguel Mariano González esperan desesperados porque la balanza de la justicia, que parece pérdida por estos tiempos, incline el péndulo a su favor. Alimentar a la familia es un derecho universal. Robarles el fruto del sacrificio sería un crimen imperdonable.

 

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