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5 de noviembre de 2008
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Matrimonio y divorcio en Cuba

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - En la calle Galiano, en pleno centro de La Habana y a unos metros de una esquina famosa por su nombre, la Esquina del Pecado, se celebran actualmente los matrimonios de ese municipio. En un local antiguamente dedicado al comercio de vestidos de novias, el salón sirve hoy para casarse legalmente. Justo al lado, las ruinas de la otrora joyería Le Trianón, presagia lo contrario a las ideas de amor y unión de los novios. En cada municipio habanero existe un palacio de los matrimonios.

Si los preparativos de un casorio resultan una complicación y un gasto casi desproporcionado para muchas parejas jóvenes, los divorcios se resuelven fácilmente. Bastan cien pesos y acudir a un bufete para demandar la separación legal, solamente con que un miembro de la pareja lo reclame.

En el presente, el acto de unirse a su pareja ocupa cada vez menos a los jóvenes. En 2007, el total de matrimonios fue  de 56 mil 781, mientras que en 2002 se celebraron 56 mil 876 uniones. Por el contrario, en el año 2007 la cantidad de divorcios ascendió a 34 mil 559, aunque la cifra fue menor que en el año 2006, cuando los divorcios alcanzaron la cantidad de 35 mil 837.

Existen situaciones materiales que conducen al matrimonio. Dada las condiciones económicas de Cuba, hay quienes se ponen de acuerdo en casarse y obtener los vales de compra del cake de boda, las tres cajas de cerveza que les corresponden, los refrescos, y luego los venden en el mercado negro con una ganancia de casi mil pesos. Otros casos son empujados por la necesidad de vivienda, cuando uno de los contrayentes procede de provincias y desea buscar mejor destino en la capital.

Debido a la gran cantidad de divorcios, se acentúa la característica “matriarcal” en los núcleos familiares, en los que la jefatura de familia está en manos de la madre.  De 2003 a 2007 se realizaron en el país 139 mil 841 divorcios.

Usualmente, las jefas de familia poseen un índice más alto de participación en la fuerza de trabajo que otras mujeres. Ellas traen el aporte económico principal a la familia.  Si en el año 2002 la cifra de mujeres incorporadas activamente al trabajo era de 1 millón 710 mil 600, en 2007 la cantidad se elevó a  1 millón 887 mil.

Ciertamente, las políticas puestas en marcha en los últimos 49 años han contribuido a esta situación de rompimiento de matrimonios y aumento de mujeres como jefas de familia. La influencia de la Iglesia Católica disminuyó considerablemente y el valor de la virginidad de la mujer se perdió.

El matrimonio legal perdió su importancia como signo de estatus económico y respetabilidad religiosa.

El aumento de posibilidades de trabajo unidas a las oportunidades educacionales ofrecidas, debilitaron la dependencia femenina al hombre en su rol de suministrador económico principal o único del hogar.

 

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