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3 de noviembre de 2008
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Sombras nada más   

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Un amigo me asegura que va a celebrar su cumpleaños 70 bajo el estigma del socialismo real. Eso no es lo preocupante del vaticinio. El asunto es que acaba de cumplir 50. Su optimismo se escurre entre los reacomodos de la vieja nomenclatura y la certeza de que el cambio más seguro es el de calzoncillos después de cada tarde, tras tomar el baño de rigor. No hay quien lo haga rectificar.

Sus hipótesis empiezan y concluyen en que la élite de poder cuenta con las herramientas idóneas para asegurarse otra temporada como dueña del país. Entre la madeja de pronósticos asegura que pronto habrá un notable arribo de empresarios seducidos por propuestas ventajosas.

“¿Qué le importa a un inversionista hotelero que yo siga viviendo en un cuarto de 4 x 4 con la posibilidad de derrumbarse por los vientos de los próximos ciclones? ¿Le preocuparán al hombre de negocios mis depresiones y angustias por el salario de utilería y la mediocre asignación de la cuota racionada?”, dice, irónico.

“Esto me huele a componenda. Eso de cambiarlo todo para que todo siga igual, lo creo. En esencia habrá que padecer la dictadura por un buen tiempo. Hay demasiados problemas en el mundo mucho más candentes y puede ser que exista un consenso tácito en diluir el sistema a cuentagotas. De veras te lo digo, nos vamos a poner viejos rodeados de miseria y sobresaltos. Eso es si navegamos con suerte”.

Me recuerda que somos simples numeritos en este juego macabro. El socialismo nos despersonalizó y nos ha hecho la vida un yogur. No contamos para nada, como los muertos. Es esa la visión de mi amigo.

En esos perímetros se mueven las reflexiones de millones de cubanos que sólo atinan a poner atención en un presente sin bridas ni montura. “En esas condiciones, lo más seguro son los tirones y la caída”, asegura otro de mis allegados refiriéndose a su realidad. Vive revendiendo ropas en el mercado negro. La mercancía se la proporciona un familiar que trabaja en un centro encargado del almacenamiento de prendas de vestir usadas procedentes del extranjero.

El sueldo como mecánico de un taller de equipos electrónicos es como un merengue en la puerta de una escuela. Se esfuma en un santiamén. Daniel y Roberto son dos almas en quebranto. Un par de cubanos que ejemplifican un pensamiento de alcance nacional. Ambos inmersos en su tragedia personal reflejada en ideas lúgubres que no incluyen la satisfacción, ni un futuro más o menos alentador.

No me decido a sumarme a ese equipo que ronda por bateyes, cuarterías y barriadas marginales a lo largo y ancho del país. Aunque puede que la razón les asista, es preferible darle algún espacio al optimismo. Una dictadura de casi 50 años no puede perdurar.

Es mejor pensar, sin hacerle concesiones a la utopía, en un porvenir de mejores tonalidades. Es posible, a pesar de las agonías y los desesperos. Hay vida después del socialismo. No importa que los gerentes del poder absoluto lo nieguen. Esa es su labor. Llenar la esperanza de telarañas y el futuro de nubarrones. Hasta un día. 

oliverajorge75@yahoo.com

 

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