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30 de diciembre de 2008
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Lo que no sabe Vanessa

Tania Díaz Castro 

grave, una de las actrices del cine contemporáneo que más he admirado, ocurre a muchas personalidades extranjeras que visitan La Habana: se dejan deslumbrar en pocas horas en un recorrido programado, ya sea a una escuela especial o al elegante Palacio de las Convenciones, donde discrepar en política ni es natural, ni es humano.  

Vanessa Redgrave visitó La Habana por primera vez en 1963, cuando ya el gobierno había condenado a prisión por causas políticas a más de quince mil cubanos, entre hombres, mujeres y adolescentes. Transcurridos 45 años, vuelve ahora Vanessa por estos días de diciembre, ya anciana y dijo, palabras textuales, que Cuba había cambiado su vida.  

En sólo unos días, tanto en 1963 como en 2008, esta importante figura del cine, claro que no pudo saber todo lo que ocurre en la isla. Ni falta que le hace. Sus criterios, al parecer, están por encima de nuestra realidad.  

Mucho me gustó la interpretación que hizo de la bailarina norteamericana Isadora Duncan, filme que estuvo prohibido en Cuba durante más de 30 años -es posible que aún lo esté- sólo porque reflejaba la realidad soviética y al controvertido poeta ruso Serguéi Esenin. 

En La Habana, la artista londinense estuvo unas horas en una escuela especial administrada y dirigida, como todas, por el régimen. Seguramente no sabe que a los mejores estudios superiores no tiene acceso cualquier cubano, sino aquel que viene de familia que practica el castrismo ortodoxo y es declarado comunista cien por cien, y que los niños que reciben gratis una educación basada en la ideología gubernamental, de hombres, van de cabeza a la cárcel si se declaran disidentes, según la Ley 88. Mucho menos sabe que sólo en un país libre se puede fundar un centro escolar propio, como hizo la actriz en Inglaterra.  

Lo que más me llama la atención de Vanessa Redgrave es, cómo, si se declara públicamente antibelicista, puede admirar a un gobierno que ha participado en decenas de guerras ajenas -muchas de ellas secretas-, con miles de combatientes cubanos caídos, mientras su pueblo carecía y carece de tantas cosas para vivir.   

Aún así, voy a seguir admirando a Vanessa Redgrave y esperando ver en la pantalla grande o en la TV su magistral actuación de Isadora Duncan, como sólo me fue posible una vez por los años ochenta, en una salita privada del ICAIC, gracias a gestiones personales.

 

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