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29 de diciembre de 2008
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El libro del momento

Tania Díaz Castro 

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - No caben dudas, el periodista cubano más famoso en Cuba durante los últimos cincuenta años es Luis Báez. Después de publicar varios libros y entrevistar a importantes personalidades cubanas que emigraron o decidieron permanecer en Cuba, el señor Báez confiesa que morirá con el deseo de entrevistar a Fidel Castro.  

Ese privilegio no lo ha tenido ningún periodista del patio, por muy buen entrevistador que haya sido. Lo han tenido las norteamericanas Barbara Walters y Diane Sawyer; el brasileño Frei Betto, el italiano Gianni Miná y, sobre todo, el francés Ignacio Ramonet, con sus cien horas de conversación,  

Como saludo al cincuentenario del triunfo de la revolución, y quizás para de algún modo satisfacer el viejo deseo del pobre Luis Báez, la Editorial Abril le ha publicado su obra Así es Fidel. El libro contiene anécdotas del líder político, relacionadas con distintos personajes y compiladas por Baez. Dichas anécdotas, muchas de ellas inéditas, nos dan, según la prensa oficialista, una imagen del Comandante.  

O sea, que todo parece indicar que el libro que por estos días esperan vender como pan caliente, debe calmar el viejo anhelo de Báez: sentarse siquiera un par de horas frente su jefe para hacerle las preguntas que se le antoje.  Si con su último libro logra realmente compensar su viejo deseo, Báez podrá morirse tranquilo.

Si no es así, deberían complacerlo. No hay peligro alguno en ello, Báez es cubano y vive en Cuba, definitivamente sabría qué preguntar y, sobre todo, qué no preguntar. El sabe que con los dictadores hay que andar con pies de plomo. Una pregunta inadecuada podría hacer que el entrevistador terminara siendo entrevistado por los “entrevistadores” de la Seguridad del Estado.

Da pena Báez. Debe ser frustrante para un periodista comprometido hasta los tuétanos con una dictadura, verse obligado a reunir voces ajenas con el fin de retratar a su Máximo Líder. Seguramente el hubiera preferido ver su sueño realizado; sentarse frente a su Comandante por espacio de cien horas, mirarlo a los ojos, observar su manera de sonreír, escuchar el timbre de su voz y, sobre todo, preguntarle lo que le quisiera... siempre con mucho cuidado.

 

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