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25 de diciembre de 2008
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Villancicos de nostalgia

Rafael Ferro Salas

PINAR DEL RIO, Cuba, diciembre, (www.cubanet.org) - Mi abuelo fue el primero en levantarse. “Pongan los villancicos, que estamos en Navidad”, dijo. Entonces mi madre se levantó también de la cama y fue hacia el tocadiscos. De inmediato la voz del “negro maravilloso” inundó la casa. 

-Nadie canta los villancicos como él. 

Dijo mi abuelo, refiriéndose a Nat King Cole.

Todo era alegría. Más allá del barrio y la ciudad también la gente celebraba. A media mañana empezaron a llegar vecinos. Parecíamos todos parte de una gran familia. Intercambiábamos felicitaciones y regalos. 

Mi abuelo parecía el hombre más feliz del mundo ese día. Nos tenía a todos reunidos y contentos. No faltaba nada de lo necesario para celebrar como se hace cada año. Iba al patio acompañado de un vecino y le mostraba como iban los preparativos para asar el puerco. 

Las mujeres de la casa se dedicaban a la preparación de los dulces caseros. Los hombres, a tareas “más serias” como la matanza del cerdo y otros animales, dependiendo del gusto de cada cual. 

Llegada la noche, cenábamos en una gran mesa que se ponía en el patio. Los hombres bebían ron del bueno y cerveza helada. Las mujeres preferían el vino. Los niños nos deleitábamos con los finos turrones españoles y las manzanas. Celebrábamos así otra Navidad inolvidable en nuestra casa. Cuba toda también era una fiesta ese día. 
-Abuelo, ¿qué son las Navidades? 

La inocente pregunta de mi nieto me aleja, sin culpa alguna, de mis recuerdos, todo se borra de repente. Se alejan los villancicos en el tocadiscos, la voz del ”Rey” se va apagando. Desaparece  de mi mente la algarabía de la fiesta. No tengo respuesta para mi nieto; pienso que sería demasiado triste explicarle precisamente hoy el tema de las Navidades.

No quiero decirle que un día triste de mi infancia nos fueron prohibidas esas fiestas a los cubanos de la isla, dejándoles a mi hijo y ahora a él mismo esa prohibición como herencia, impuesta por los que aún nos mandan. 

No están mis abuelos aquí para ayudarme,  los dos han muerto. También se fue mi infancia y la Navidad es sólo un recuerdo en esta inmensa casa llamada nostalgia que habitamos los cubanos. 

Mi nieto observa el arbolito, feo y triste, que tenemos en un rincón de la sala. Salgo al balcón, el barrio está en silencio total. Mi hijo se me acerca y en voz baja me dice: 
-Diciembre es un mes bonito en todas partes.

-Menos en Cuba –respondo con impotencia. 

Cuando mi hijo se aleja, la música lejana regresa a mi memoria. La voz suave del viejo Nat vuelve, retando la distancia y el tiempo, vuelve también por un momento la algarabía perdida.

La memoria es una trampa difícil de evadir; tan ineludible como estos días tristes de diciembre, sin Navidades para nosotros. La música otra vez se va alejando y pienso que también Nat King Col ha muerto y no volverá.

¿Volverán las Navidades?

 

 

Nota del editor: La Navidad, sin dudas la celebración más importante para los cubanos durante casi cinco siglos, fue prohibida por decreto gubernamental del gobierno comunista en 1969, con el pretexto de que era necesario trabajar sin descanso para lograr 10 millones de toneladas de azúcar al concluir la zafra de aquel período, en 1970. Esa meta no se logró, pero la prohibición de las celebraciones se mantuvo durante casi tres décadas. La prohibición oficial fue levantada tras la visita del Papa Juan Pablo II a la isla, en 1998.

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