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19 de diciembre de 2008
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Cachivaches de la humildad

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press


LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - La humildad es un concepto revolucionario. Y en la revolución cubana es la regla, no la excepción. El espíritu solidario que nos apabulla y deja con una mano adelante y otra atrás, es el resultado de ser humildes.

Cualquiera puede ver a un cubano nacer y morir hacinado en el cuarto de un solar de La Habana, pero nunca a un humilde extranjero.  Para eso, desde los primeros años del triunfo nos dedicamos a recoger  a cuanto desarropado o tira tiros llega a nuestro país.

Nadie puede olvidar los cientos de salvadoreños, chilenos, guatemaltecos que prestigiaron con su presencia nuestros mejores apartamentos en Alamar, Siboney, El Vedado y otros sitios antes destinados a la meditación sexual de los humildes dirigentes del país.

Mientras tanto, decenas de cubanos dormían unos sobre otros en edificios a punto de caer, y otros habitáculos donde cada segundo se espera ver la muerte bailoteando en una pared que se viene abajo.

Y esto es  solidaridad de la buena, la que te quita hasta lo que no tienes por tal que el mundo sepa que somos solidarios, y que los humildes de otras tierras te lo crean. Echemos una ojeada al plan de salud para humildes extranjeros en  Cuba. Son miles los beneficiados. Quienes lo  duden pueden dirigirse al Hostal Salud, de CUBALSE (Cuba al Servicio del Extranjero), en Factor, entre Tulipán y Lombillo, para que vea lo bueno que somos y el nivel de vida que lega a los humildes una auténtica revolución.

Allí podrá encontrar lo mismo a un peruano que abre el poncho sobre una cheslón en el lobby del hostal, que a un indio boliviano que abre furtiva y humildemente una lata de Coca-Cola para que al humilde médico cubano que lo atiende no se avergüence.

También se puede ver a cuatro cieguitos de El Salvador contemplar el paisaje, tomados de las manos, desde el bar mirador situado en el cuarto piso del hostal.
Y ni hablar de la emoción que causa observar a un guaraní varón soltar el arco y  las flechas a la entrada de una peluquería donde la guaraní hembra recibirá un servicio en el cabello de lavado y tinte, que incluye el raspado y pintura de las uñas de manos y pies.

Pero el mayor gesto de humildad de los enfermos de catarata, vitíligo, mareos, hipertensión, gripe y otros padecimientos de las selvas y las alturas, es cuando entran a la boutique del hostal. Por no acabar con los productos fabricados en Cuba, lo mismo quienes integran la tribu de los manirrotos que los procedentes de los curdelines del Amazonas, la emprenden a billetazos contra marcas foráneas y dejan temblando en su muda desnudez los anaqueles de la instalación.

Nada, que si una revolución se respeta, debe ser dirigida desde el pellejo de los humildes del país, hacia el bienestar de los humildes de otras naciones.

 

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