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19 de diciembre de 2008
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Bulto sin sombra

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - No será fácil decidir cuál es el mejor chiste que se ha contado sobre el régimen de Cuba durante 2008. Son muchos, y algunos muy buenos. Tal vez los mejores los ha contado el propio régimen, en el apartado humor negro o esperpéntico, del que suele hacer gala, en serio y sin sombrero, como diría Chaflán.

A su fuerza natural sobre el resto de los competidores, hay que sumar un valor agregado. El régimen propaga sus chistes en idiomas diversos, con o sin disfraz, según lo cuente él mismo o se lo encargue a sus clones del ancho mundo. 

El actor Sean Penn, por ejemplo, está contando un chiste en estos días que sin duda debe engrosar la lista de los candidatos para el campeonato del año.
Dice él que nuestro anodino partido comunista podría ganar el ochenta por ciento de los votos en unas elecciones libres, en caso de que esta hipotética probabilidad tuviese cabida actualmente en la Isla. 

Si no existieran otros motivos, basta con este chiste para corroborar que Sean Penn no ha pasado un solo segundo de su vida cerca de los cubanos, con todo y la cariñosa visita que recientemente lo trajo a los dominios del régimen.

La raigal falta de influencia del partido comunista entre nuestra gente común es algo que le consta aquí hasta al gato. Porque es histórica. Incluso, se trata de una de las pocas cosas que no experimentaron el más leve cambio a lo largo de décadas marcadas por altas y bajas en las preferencias populares.

Claro, tendremos que descontar el miedo y la cañona totalitaria como aspectos influyentes. Pero una vez descontados, por irracionales, cabe la sospecha de que en elecciones verdaderamente libres el Partido Comunista de Cuba podría darse con un ladrillo en el pecho si consigue el cinco por ciento de apoyo electoral que, según se cuenta, le beneficiaba antes de1959.

Alguien debiera informar a Penn y a tantos chistosos de allende los mares que a diferencia de otras organizaciones de izquierda que ellos conocen, el actual partido de los comunistas cubanos no es más que un bulto sin sombra, creado para hacerle el juego a un sistema de poder monárquico.

Y mediante el prisma popular nunca llegó a ser si no la sombra de que carece el bulto. Mientras más extendido en cuanto al número de sus miembros, menos efectivo e influyente. Mientras más promovido por la propaganda como vanguardia de las masas, menos capaz de atraer por sus virtudes o ejemplos.

Lo que el llamado PCC le debe a los hacedores de la revolución en materia de reconocimiento y asimilación (que no es aclamación) populares, ha debido pagarlo con una existencia ficticia en tanto partido político, y a la vez como instrumento represivo al servicio del poder, más antipático mientras más omnipresente.

Ahora mismo, cualquier miembro de su Comité Central podría pedir el último en la cola de la bodega con la certeza de que nadie volteará la cara para mirarlo ni se limitará a la hora de recrear la última bola que corre quizás sobre su propia persona. Y es que nadie entre la población les conoce ni los tiene en cuenta. Son la sombra del bulto sin sombra.


Por lo demás, en el orden práctico, todo el accionar que nuestra gente de a pie le reconoce al partido comunista lo deja muy mal parado como gestor de influencias. En cuanto a ideas representa lo más ortodoxo y retrógrado, lo esquemático, lo rígido, lo intolerante, lo incontestable, lo sectario, lo obsoleto. Y como poder representa la inutilidad y el teque sin sustancia.

Son realidades muy ceñudas, aun cuando Sean Penn logre a su costa el mejor chiste del año.

 

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