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16 de diciembre de 2008
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El camión de los cooperantes

Tania Díaz Castro 

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Cuando llega el camión de los cooperantes, atestado de paquetes que contienen refrigeradores, televisores, ropa en cantidades industriales, adornos, utensilios sofisticados de cocina, juguetes y toda la buena pacotilla que se vende en Venezuela y otros países amigos, no hay algarabía alguna. Todo ocurre con la mayor discreción del mundo.  

Cuando pasa, el camión es reconocido por la población, y se escucha el coro: ¡Ahí va el camión de los cooperantes! Y todos se asoman para ver, aunque sea a distancia, un bulto sobre otro, cajas grandes que llaman tanto la atención que apenas se calcula su contenido.  
-Puede ser un refrigerador de varias puertas –dice uno.

-No, son muebles, puertas y ventanas –apunta otro. 

Porque cualquier cosa pueden traer los cooperantes, trabajadores de la salud que cumplen sus misiones en 75 países y regresan a Cuba para vivir un poco mejor.  

-Vale la pena entonces pasarse uno o dos años en medio de una selva, o en plena capital venezolana, donde la cosa está que arde, a pesar de lo que dice Granma – dijo una vecina-.  En definitiva vuelven a la patria con su correspondiente camión a hacer una vida más cómoda.  

En ocasiones, un camión es para un solo cooperante. Todo depende de lo que adquirió durante su estancia en el país donde trabajó. El otro día pasó uno de esos camiones por el frente de mi casa. El albañil que trabajaba en el patio soltó un grito que me hizo salir de la cocina. Era el camión del cooperante que pasaba.

Tuve tiempo de verlo. En verdad que se ven atrayentes. En nada se parecen a los camiones donde van los bultos de personas que cambian de casas todo mal envuelto, en desorden y a punto de desparramarse por las calles. No, los bultos de los miles de cooperantes que tiene Cuba en el extranjero son bultos decentes, a simple vista bultos capitalistas, atractivos a las miradas de un pueblo que vive en casas miserables, y que apenas tiene qué comer.  

En fin, que mi vecina tiene razón: vale la pena ser cooperante. Aunque las sociedades de consumo son criticadas en el socialismo, los fieles cooperantes socialistas regresan con sus respectivos camiones llenos de productos capitalistas. 

 

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