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15 de diciembre de 2008
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Los huevos de Fabré

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - La infinita costumbre de Argimiro Fabré de transitar huevos en manos por las calles le ha ocasionado múltiples problemas.

 Acosos, amenazas, proposiciones deshonestas, multas, y el calificativo de acaparador son varias de las angustias sufridas por Fabré antes de que el agente lo llevara detenido a la estación.

De nada le sirvió jurar que venía de la carnicería, mostrar al policía la libreta de racionamiento, leer a voz en cuello los nombres de los consumidores en su núcleo familiar, ni sumar los 10 huevos que les correspondían a cada uno. Pillado y cacheado en la vía pública, se lo llevaron entre el asombro y la burla de los posibles compradores.

En un país donde poseer aunque sea dos huevos a la mano es algo de un valor inestimable, pasearse por las calles portando 15 o 30 es una provocación que te puede llevar a la cárcel.

Los huevos hay que tenerlos bien puestos. Es decir, acomodados en filas, metidos en una jaba, envueltos en periódicos, pero nunca a la vista de todos si no se quiere volver a casa “deshuevado”.

Pero Argimiro Fabré no escarmienta a pesar de las reiteradas amonestaciones, multas y decomisos impuestos por los inspectores y la policía. Al parecer olvidó que las gallinas ponedoras volaron con los ciclones. El ciclo granja avícola-pienso- postura-carnicería- consumidor-revendedores sufrió un desbarajuste que no dejó ni para una tortilla o un huevo pasado por agua, mientras los gallos no aparezcan.

Poseer un huevo extra en el momento actual es considerado un grave delito, una falta de solidaridad, y sobre todo, la creación de  un espejismo en quienes sueñan con comerse aunque sea uno o dos bien fritos. De seguir la cosa como va, el valor de los huevos en la Isla impondrá nuevos records, cual si fuera petróleo, y se cotizarán a precios astronómicos.

Muchos eruditos vaticinan ahora mismo que un huevo de Fabré podrá alcanzar un precio aproximado al huevo de Pascua de empuñadura de plata, sostenido por cuatro cruces, con las iniciales en esmalte azul del Zar Nicolás II, encargado en 1907 a Peter Carl Fabergé para la zarina, y subastado en la sucursal de la casa Sotheby´s, en Ginebra, por un millón de francos.

Otros, más prácticos y conservadores, consideran que de tener en su poder el Huevo Chantecleer de 1896, o el Yuberov Amarillo, también fabricado por Fabergé para la zarina, sin pensarlo dos veces los cambiarían por los huevos de Fabré, que son más suculentos.

Nada, que entre los huevos que exhibe Argimiro Fabré por las calles de La Habana, y los huevos de Pascuas que hacía el orfebre ruso Peter Carl Fabergé, los cubanos optarían, ante la falta de recursos, por los primeros.

Eso, si antes no son detenidos, decomisados sus huevos, y multados por receptación ilícita de un patrimonio alimentario de la nación.

 

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