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12 de diciembre de 2008
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La fórmula de Raúl

Leonel Alberto Pérez Belette

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) -  “Ellos hacen como que nos pagan y nosotros hacemos como que trabajamos”. Es una frase que se escucha frecuentemente en labios de los trabajadores cubanos y refleja cabalmente la realidad económica de la nación.
Luego de resaltar los sobre cumplimientos de los planes, los avances revolucionarios en materia de economía, criticar otros modos de producción con el propósito de tapar nuestras ineficiencias y hablar sobre el paso de los tres huracanes, el embargo norteamericano y la crisis financiera mundial (los tres pretextos favoritos), el futuro sigue pintado gris para la Isla.

Negado a cal y canto a buscar fórmulas liberalizadoras del mercado interno, el gobierno de La Habana retrocede y se hace evidente la militarización y centralización de la economía; procedimientos ajenos a las teorías de Marx y Engels.

En Cuba, los ciudadanos no tienen derecho a realizar operaciones comerciales, ni dentro ni fuera del país, como cualquier persona con recursos en otras naciones. Peor aún, hemos retrocedido: cientos de empresas estatales que durante la década del 90 sí disfrutaban de ese derecho, fueron privadas del mismo, reservado ahora a un reducidísimo grupo privilegiado que medra en las esferas más altas del poder.

Los obreros y campesinos no tienen estimulo para trabajar, y confiesan que no viven de sus salarios, sino del robo y el mercado informal. Basta recorrer las calles de la ciudad en horario laboral para darse cuenta del embrollo nacional.

El asunto se torna más complejo porque en Cuba circulan dos monedas. La población cobra su salario en moneda nacional (CUP), equivalente a  15 ó 20 pesos convertibles (CUC), de acuerdo al trabajo que realice. Esto sucede en un país con precios equivalentes a los de cualquier ciudad europea. El régimen se niega a liberalizar las formas de pago y las vías de contratación.

El trabajo por cuenta propia fue autorizado como un paliativo a la desgastada economía estatal,  durante la extrema crisis de la década de los 90. El gobierno amenaza ahora con desaparecer a los trabajadores por cuenta propia e impulsar la economía según los caprichos de los dirigentes.

Los pequeños negocios privados marchaban bien; no obstante, ya el gobierno cesó de expedir las requeridas licencias a  particulares, sobre todo en el área de los servicios. Los pocos trabajadores por cuenta propia que quedan optan por abandonar el país, o sucumben asfixiados por el alza constante de impuestos, y la imposición de medidas desmesuradas contra paladares (pequeños restaurantes caseros) y kioscos de venta de comestibles. En métodos de estrangulación es experto el régimen.

Una variante de trabajo por cuenta propia que desde hace algún tiempo se les ofrece a los campesinos para incentivarlos a cultivar la tierra y criar ganado, nació castrada, entre otras causa, debido a que las autoridades no les permiten a los productores construir viviendas para asentarse en la parcela que les asignan.

Tanto en el sector estatal como en el minúsculo sector privado, la economía se desploma, sólo nos mantienen a flote las remesas enviadas por los cubanos emigrados, los petrodólares de Hugo Chavez y el turismo.

 

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