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9 de diciembre de 2008
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Cine para lerdos (I)

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - La celebración del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano siempre nos trae agradables sorpresas. Y en esta trigésima edición se cuentan a raudales.

A los cambios de última hora del filme anunciado en cada sala, el despelote para entrar y la suspensión de algunas presentaciones, entre otros acontecimientos permanentes del festival, hay que agregarle una muestra paralela de cine callejero.

Es decir, que a los consabidos circuitos de concursos de óperas primas, documentales, animación, retrospectivas, homenajes, ficción, presentaciones especiales, cine experimental,  panorama contemporáneo internacional, y filmes fuera de concurso, se le suma esta vez el ciclo de “cine para lerdos”.

A diferencia de la muestra oficial en competición, la muestra de “cine para lerdos” se realiza de forma interactiva, sin proyecciones, y actuada alrededor o dentro del cine por los espectadores.

Lo mismo en la parada del Ambassador, en el set de tambuchos de basura del Actualidades, o en el parque de G aledaño al Riviera, los actores-espectadores son filmados in situ en estas tomas callejeras, ya bautizadas por muchos especialistas cubanos como Cine para reventar.

Y si nos atenemos a los resultados obtenidos en cuanto a las condiciones de los set de realización, la acogida del público y el asombro de los críticos ante un fenómeno que se le ha ido de las manos y el lente, la muestra es todo un éxito del Séptimo Arte nacional.

Filmes como Mal de Orine, La Mala, y Manuel Patá: historia de un inspector, realizados en los interiores y exteriores de los centros culturales Payret, Yara y Charles Chaplin, respectivamente, son representativos del Cine para reventar.

En la película Mal de Orine (un largometraje de 40 años de duración coproducido por Güines Film-Bejucal Visión-Madruga Cieguecittá), su realizador, Micción Nodarse, aborda desde una perspectiva realista el desaseo constante en el que permanecen los baños del centro cultural Payret.

Su protagonista, Pura “La merolica”, una doctora jubilada que asume la responsabilidad de mantener la higiene de los urinarios y defecatorios del cine, se ve asediada por una turba orinante que apunta hacia la taza y termina en el piso y las paredes su micción.

Ante la falta de puntería, agua, trapeadores, colchas y cubos para higienizar, Pura “La merolica” vende caretas antigás, papel enchumbado en alcohol, mordazas para apretarse la nariz y otros productos que la ponen fuera de la ley.

El guión, con una solidez a prueba de balas como el palo de escoba sin escoba que tiene Pura como único instrumento para limpiar, nos desembarca en un final sorpresivo donde a los intoxicados por el mal olor, se le suman otras víctimas del fatalismo urinario y calenturiento que sufre el cine Payret.

Un filme para recordar si por casualidad necesitas entrar al baño o pasas cerca de él, Mal de Orine se convierte en una especie de remake del realismo socialista que, pese a lavativas y otros derrumbes, no deja de asomar su cola de mofeta en la cinematografía nacional. (Continuará)

 

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