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8 de diciembre de 2008
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Palabras en el viento

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Hay diálogos que despiertan sospechas; al que me refiero está aún por comenzar. El anuncio deslizado por el actor norteamericano Sean Penn en el sitio electrónico de la revista The Nation es una probabilidad cubierta por una nube de conjeturas. Pues sí: Raúl Castro estaría dispuesto a reunirse con Barack Obama; eso le ha dicho el Presidente cubano a la estrella de Hollywood.

Hay requisitos para concretar las conversaciones por el momento sujetas a una explícita intencionalidad y sin asideros que apunten a una determinación fuera de dudas. Castro propone el sitio del hipotético encuentro; quiere neutralidad y piensa que en la Base Naval de Guantánamo existen tales condiciones.

El asunto deriva en consideraciones que por el momento no aportan la claridad necesaria para encasillarlas dentro del perímetro de las estrategias. También sería válido preguntarse, cuánto hay de retórica y cuánto de real disposición a entablar una negociación donde primen el equilibrio, la seriedad y el cumplimiento de lo previamente acordado, sin dilaciones ni otras maniobras de engaño.

Tanto Obama como Castro han manifestado su disposición de allanar el camino a la recomposición de las relaciones bilaterales, pero habría que ver el sustrato de lo que hasta ahora son insinuaciones juiciosas e interesantes. Obama llega con un capital político favorable para cambiar el curso de la política de Estados Unidos hacia Cuba, cifrada en el aislamiento, y que en términos de eficacia muestra evidentes signos negativos.

A casi 50 años de su implementación y paulatinos recrudecimientos, es obvia la inoperatividad de las políticas basadas en mecanismos de fuerza unilaterales. Un embargo que describe con sobradas evidencias su carácter simbólico, ha cumplido parcialmente sus propósitos. Su mayor relevancia se circunscribe a singularizar la naturaleza dictatorial del régimen de la Isla. O sea, que en esencia cuestiona las razones éticas y morales de una ideología que se basa en la sistemática violación de los derechos humanos. Sin embargo, estos logros se empañan con una eficiente campaña mediática que maximiza el rol de víctima del gobierno cubano creando, por asociación, anillos de solidaridad que suman un apoyo mayoritario en la arena internacional.

Ese alto nivel de apoyo tiene otras causas, que van de la abierta alineación al antinorteamericanismo (fundamentalmente países del Tercer Mundo), protección de intereses nacionales (a raíz de la extraterritorialidad de algunas leyes del embargo) y búsqueda de acciones que denoten independencia al poder hegemónico de la principal potencia, esto último a partir de las votaciones en las Naciones Unidas que rechazan casi por unanimidad las posiciones estadounidenses respecto a Cuba.

Con una hábil combinación de publicidad y diplomacia, el régimen de La Habana ha podido sortear los escollos y dotarse de una capacidad de supervivencia a prueba de pronósticos y fechas de caducidad. No obstante, a pesar de la disparidad entre los  propósitos y resultados del embargo, sería un error suprimirlo sin identificar tan siquiera una mínima agenda de demandas en que estén contemplados los presos políticos y de conciencia.

El levantamiento debe ser parte de un proceso gradual precedido por negociaciones y contactos que deriven en consecuencias razonables. El camino, si es que se llega a formalizar, sería arduo y no exento de cierta lentitud e interrupciones. Es una premonición muy lógica, al medir la intensidad de un
diferendo de medio siglo y los alcances de una batalla con una fuerte dosis de ideología, con los inconvenientes que esto representa para el gobierno cubano.

oliverajorge75@yahoo.com

 

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