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5 de diciembre de 2008
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La paz en Colombia

Aleaga Pesant

LA HABANA, Cuba, 5 de diciembre (www.cubanet.org) - Elizardo Sánchez, Presidente de la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, me pidió que averiguara la forma de adquirir el libro escrito por Fidel Castro, La paz en Colombia.

Le comuniqué que el titulo no se encontraba en la isla. La edición completa fue enviada a la Feria del Libro de Caracas. Una forma de levantar las expectativas comerciales del texto. Quienes deseen leerlo en la isla deberán esperar a finales de enero.

Según los comentaristas oficiales, sobre todo del periodista  Pedro de la Hoz, el libro realza una supuesta posición del gobierno para promover la paz en el país suramericano.

Para lograr el objetivo citado, el libro debe pasar por alto la larga historia de apoyo a los rebeldes armados contra varios gobiernos democráticos de Colombia desde la década del 60, muchos de los cuales reciben tratamiento médico en La Habana a través del Departamento América del Comité Central del Partido, que dirigían Piñeiro, Arbezú y Abreu.

También debe obviar el libro las relaciones con las organizaciones delictivas dedicadas al narcotráfico en la década del 80, cuando el General  Ochoa y otros altos oficiales fusilados en 1989, fueron los chivos expiatorios del caso.

Se sabe que los grupos insurgentes colombianos se destacaron como los favoritos entre los movimientos guerrilleros, junto a la insurgencia que en Bolivia dirigió Ernesto Guevara hasta su muerte en 1967.

En los años 70, el gobierno siguió soñando con desestabilizar a Colombia y le permitió a la guerrilla usar la isla como puesto de escucha.  Hace unos años, la isla asumió un papel de apoyo diferente, a medida que las batallas entre las guerrillas izquierdistas contra los paramilitares de derecha y la doctrina de seguridad democrática de Presidente Uribe, socavara la estabilidad estratégica de esos grupos armados. 

Colombia, que rompió relaciones diplomáticas con Cuba a principios de los 80, decidió cambiar la estrategia para involucrarla en los procesos de paz.  De esa manera la convirtió en un elemento de presión hacia la guerrilla.

La Habana respondió a esa estrategia convirtiéndose en anfitriona de las negociaciones inacabables de paz entre el gobierno y la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), suministrando a los terroristas la exclusiva área El Laguito, vedado a la población cubana y conservada meticulosamente para ser usada por dignatarios extranjeros; o limitándose a condenar verbalmente la muerte de los líderes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia a manos del ejército, o a llorar las muerte de Raúl Reyes y Manuel Marulanda.

Las relaciones entre Bogotá y La Habana han mejorado en los últimos tiempos, sobre todo en el terreno económico. Pero de ahí a que el gobierno comunista trabaje por la paz en Colombia hay un tramo largo y ancho,  aunque los acólitos de la dictadura traten de hacernos creer lo contrario.

 

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