PRENSA INTERNACIONAL
Mayo 15, 2007

Un poeta (felizmente) expulsado del rebaño

Raúl Rivero, El Mundo, 12 de mayo de 2007.

Durante casi 40 años, mientras Fidel Castro instalaba con precisión y alevosía una dictadura científica en Cuba, el poeta Angel Gaztelu salió indemne de todas las recogidas y persecuciones. No apareció tampoco en los puestos de observación o en las avanzadillas de las contiendas literarias por la gloria o por 10 líneas en una antología. No se quedó en el país. No se marchó. Se dispuso a un ejercicio mucho más trascendente y complicado: permanecer.

Además de su sabiduría natural, Gaztelu tenía una ventaja notoria sobre todos los otros escritores: era sacerdote desde 1936. Oficiaba misa en una iglesia que él mismo reconstruyó en Bauta, un pequeño pueblo del sur o en la parroquia más antigua de la isla, la del Espíritu Santo, donde se cruzan las calles de Cuba y de Acosta de La Habana Vieja.

Le ayudaba también haber nacido en Puente de la Reina, Navarra, en 1914. Allí vivió sus primeros 12 años.

Poco después de emigrar junto a sus padres y sus cinco hermanos, Gaztelu ingresó en el Seminario Conciliar de San Carlos y San Ambrosio de la capital cubana. Cuando terminó sus estudios, ya era amigo de José Lezama Lima, un abogado y escritor que resollaba por el paseo del Prado envuelto en una guayabera a duras penas blanca y agobiada por decenas de impuros lamparones de sudor.

Se pasaban juntos todas las horas que podían -el joven cura y el jurista recién graduado- en cualquier mesa de mármol gris donde sirvieran un café con leche bien caliente y una ración dorada y generosa de pan con mantequilla.

Gaztelu se mantuvo fiel a sus altares y a la atención espiritual de la feligresía, pero su otra vocación y la amistad con Pepe Lezama hizo que se involucrara en las maniobras de ascenso de la famosa revista Orígenes. De ahí que su nombre de poeta se quedara como un emblema dentro del grupo de origenistas, junto a escritores y artistas como Gastón Baquero (muerto en Madrid en el exilio), Virgilio Piñera, Lorenzo García Vega, Justo Rodríguez Santos, Eliseo Diego, Fina García Marruz, Cintio Vitier, Amelia Peláez, Julián Orbón, René Portocarrero y Mariano Rodríguez.

Su poesía se dio a conocer en esas páginas y en las de las otras tres publicaciones que animó, desde su casa (Trocadero, 162) el autor de Paradiso, también conocido como El peregrino inmóvil: Verbum, Espuela de plata y Nadie parecía. Detrás de las revistas, si se observa bien, podemos ver a José Rodríguez Feo, un generoso ensayista criollo graduado en Harvard y descendiente de una familia de la sacarocracia, la burguesía azucarera, que no firmaba nunca sonetos conmovedores y perfectos sino los cheques concisos y sin creatividad que amparaban ese universo.

El libro capital de Angel Gaztelu es Gradual de laúdes, publicado en 1955. Quince años antes había salido de la imprenta su primera colección de versos. En 1944 se editó su cuaderno Poemario.

Muchos críticos y estudiosos del grupo Orígenes aseguran que Juan Ramón Jiménez, durante su viaje a Cuba en 1936, descubrió a Gaztelu como poeta. Otros piensan que la visita del gran poeta español contribuyó a difundir la poesía del muchacho de Navarra en los medios literarios de la isla, pero que el joven sacerdote tenía ya una identidad y un destino en las letras de aquel país.

Gastón Baquero dijo que la voz de Gaztelu era uno de los mejores tonos en medio de la melodía total de Orígenes; y su viejo compañero de tertulias, José Lezama Lima, escribió: "El fervor por la edificación, la entrega a sus oficios hacen que la poesía del padre Gaztelu esté venturosamente más allá del poema, pues un sacerdote católico vive, por la carnalidad de sus símbolos, la poesía en su dimensión más costumbrosa y trágica".

El Padre Gaztelu vivió en La Habana hasta 1983. En ese año, por unos asuntos familiares, viajó a Miami. Regresó dos veces de visita antes de ir a presentarse definitivamente ante sus superiores en el invierno de 2003, en un sitio impreciso del Paraíso.

Esto pensaba él que era la madrugada en las Antillas: Oh noche, monte ilustre, alto, cuajado/ paraíso,/ recreado por la estrella, fruto que en/ mi mano inventa un cielo.



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