PRENSA INDEPENDIENTE
Mayo 11, 2007

HISTORIA
Una aventura peligrosa

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba - Mayo (www.cubanet.org) - En Islas en el Golfo, Ernest Hemingway noveló sus hazañas bélico recreativas sobre la caza de submarinos alemanes en las aguas del Caribe. La "factoría de maleantes" liderada por el escritor yanqui estuvo integrada por el "cura rojo" Andrés Untzain, el pelotari Félix Areito y otros vascos y cubanos como Juan Durañona, Pachi Ibarlucea, Paco Garay y el inseparable Gregorio, capitán y cocinero del yate "Pilar", camuflado entonces como embarcación científica pero repleto de armas, toneles de ron y manjares diversos para compensar las aventuras de los extravagantes personajes.

Pero la realidad superaba a los planes fantásticos del autor de El viejo y el mar. En diciembre de 1941, el parlamento cubano declaró el estado de guerra contra el imperio japonés, el Reich alemán y el reino de Italia. El ataque nipón a la base naval estadounidense de Pearl Harbor, en Hawai, fue el antecedente de esta declaración, la cual atrajo a los submarinos nazis a las costas del Caribe, donde torpedearon a los mercantes "Santiago de Cuba", "Manzanillo", "Nicolás Cuneo", "24 de febrero", "Mambí" y "Libertad". Hubo 78 marinos muertos y una veintena de desaparecidos en nuestras aguas.

La Isla estuvo en pie de guerra. Los alemanes jugaban al duro. La caza de sus espías e informantes provocó equívocos que revelaron la atmósfera de incertidumbre. En Baracoa fue arrestado y acusado de espionaje el medico ingles Hubert Lewis Clifford Noel. Declararon en su defensa el escritor Gerardo Castellanos y el cónsul Mr. Wilson. El fiscal retiró la acusación el 21 de agosto de 1942.

Ese día fue arrestado en La Habana por el Servicio de Actividades Enemigas un alemán que tiraba fotos y poseía una brújula. Se llamaba Víctor Ernst Israel Meyer; tenía 46 años y era un judío de Berlín que odiaba a los nazis y residía en una humilde habitación interior de la calle Águila.

Hubo otra inculpación de espionaje contra un alemán sin brújula ni lupa: Eric Wishman, quien vivía con su esposa y la hija de ambos en Isla de Pinos, donde resultó sospechoso de ser quintacolumnista, pues la señora Irene Rodríguez atestiguó a la prensa haberle escuchado decir: "en breve vendrán los submarinos alemanes a bombardear el presidio y el campo de concentración".

El delirio en relación a los submarinos alemanes y a sus espías en tierra cubana tuvo otra victima inusual, cuyos descendientes corroboran aún la tragicomedia de aquellos días de euforia enemiga. Se trata del cura exiliado Juan Miguel Aranguren y Mendizábal, el cual vino huyendo del franquismo en 1937 y ejercía en la iglesia de Quivicán, a pesar de la ojeriza de la elite católica que lo tildaba de comunista por sus arengas contra el caudillo español.

El padre Aranguren sentía gran atracción por la naturaleza, cosa habitual en un vasco de gran cultura y porte atlético. Su amor por los bosques y la Geología lo condujo a la Sierra Maestra y a lugares intrincados de Santiago de Cuba, el Cobre, Bayamo y Manzanillo. De regreso a La Habana fue acusado de espía por uno de los viajeros del ferrocarril. La policía le ocupó "mapas secretos", "apuntes cifrados" y varios cheques del Banco de Comercio y de la Caja Postal de Ahorros. Aunque la prensa se hizo eco del equivoco, el "cura apócrifo" fue liberado un día después de su detención, el 22 de agosto de 1942.

El sacerdote de referencia fue tío del actual obispo de Holguín, Emilio Aranguren y Echeverría, a cuyo hermano, el ingeniero Daniel Aranguren Echeverría, debo el testimonio citado. Ambos son hijos de un hermano de Juan Miguel establecido en Santa Clara.

Hubo, por supuesto, un espía verdadero que justifica los gastos estatales y la euforia colectiva de la Cuba de entonces. Me refiero al alemán Heinz August Kunning, detenido el 5 de septiembre de 1942 en la calle Teniente Rey número 366, y fusilado dos meses después en el Castillo del Príncipe. El espía nazi había llegado de España el año anterior con el nombre de Enrique Augusto Lunin, un supuesto comerciante hondureño. Informaba sobre los movimientos del puerto habanero, la producción de azúcar y minerales y sobre la situación social y política de la Isla.

Hemos de suponer que las prostitutas y los marineros borrachos que le informaban a Lunin sobre la entrada y la salida de los buques no conocieran los movimientos del yate "Pilar", cuyo propietario se reunía con sus compañeros de aventuras en la finca Vigía; calentaban los motores en el bar Floridita y zarpaban de Cojímar con sus sueños bélicos y las copas a prueba de bala. De haberlo sabido, tal vez Hemingway no hubiera recibido el Premio Nobel de Literatura, ni el Museo de La Habana que lleva su nombre mitificara sus andanzas caribeñas contra los submarinos nazis.


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