PRENSA INTERNACIONAL
Febrero 13, 2007
 

Pasaportes de esclavos

Raul Rivero, El Nuevo Herald, 11 de febrero de 2007.

Madrid -- Con el pretexto de liberar a Cuba de la influencia y el dominio de Estados Unidos y hacer de aquella isla un territorio libre, Fidel Castro y la canalla de rumberos armados que le sigue le han dado la vuelta a la bola del mundo con el país al hombro para encontrar empresarios que alquilen la soberanía, inversores que disimulen las derrotas y amigos que los apuntalen en el poder.

Así es que enseguida que se contaminaron con la rabia liberadora, mandaron a buscar a Anastas Mikoyan y comenzaron las maniobras de atraque de la nación cubana en el puerto de Leningrado y, durante más de tres décadas, en una extravagante y pública perversión geográfica, Cuba quedaba más cerca de Vladivostok y de Ulan Bator que de Jamaica, San Juan o Panamá.

En el último medio siglo ése ha sido el abrazo más largo. Los expertos harán algún día una evaluación científica de la herencia real de aquel período, pero en los planos aéreos de la gente, en la superficie palpable y áspera de la sociedad, el rastro tiene que ver con unos cementerios frondosos de artefactos mecánicos, millares de pasquines de Vladimiro Lenin mareados por el sol y por la lluvia y una generación de yuris y ludmilas inocentes que ya arreglaron cuentas con su padres.

En ese tiempo se entregaron también unas tarjetas de identidad hechas en China. Rojas, desde luego, con la efigie de Mao Tse-tung joven y hermoso, que se usaban a discreción cuando se interrumpían las comunicaciones en los altos niveles y se mandaba a recoger todo con un gesto teatral y unas declaraciones duras y se ordenaba poner la punta de Maisí enrumbada hacia el Mar del Norte.

Cuando vino el derrumbe total del escenario y los cubanos en las calles pasaron de la pobreza a la miseria, se llevaron las fronteras al Caribe y llamaron a ciertos capitales españoles. Se hizo una revisión urgente de la historia y se desenterraron las raíces, los abuelos, las palabras y se vivió de nuevo la ilusión de ser otra vez la última perla de la corona en las Américas.

Se investigó a degüello entonces el episodio del cacique Hatuey y los historiadores oficiales convinieron que el indio estaba enfermo de los nervios y se decantó por el fuego para dejar en la tierra una serie de conflictos personales.

Y después, ya se sabe, directo a Venezuela, a toda vela por la ruta del Orinoco, a los brazos firmes del nuevo salvador y éste si entra se pasea y ordena. Lo mismo regala un avión que da un parte médico. O canta y declama y vende un poco de petróleo y hace de mecenas y lleva poetas y músicos y bailarinas para Caracas.

Aquí, con la nación ahora un poco más allá del Pico del Aguila, en plena cordillera de los Andes, los administraidores de la tierra móvil se sienten seguros y confiados porque este amo pastorea muy de cerca y además es rico.

¿Qué pasará después? ¿Qué viene si el populismo se disuelve en agua y Venezuela encuentra la coherencia y el cauce democrático? ¿A dónde va el equipo de mudanzas entonces?

Parece que ya tiene dos boletos previstos. Uno, otra vez a China y otro para Vietnam. Con todo rumbo al Asia, que por allá dicen ahora que anda el provenir.

Sólo que los cubanos no quieren más documentos provisionales de esclavitud, ni quieren a la vieja tropa itinerante. No quieren más entorno geográfico que el suyo, con libertad y posibilidades de elegir a quienes devolverán todos los valores. Esto no es una metáfora, no es siquiera un sueño, es una necesidad. Es un proceso natural por el que se trabaja dentro y fuera de Cuba. Porque al destino hay que ayudarlo, como dijo el poeta.

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