PRENSA INTERNACIONAL
Febrero 5, 2007
 

NOTICIAS DE CUBA
El Nuevo Herald

Chávez, presencia cada vez más fuerte en Cuba

Maria Lorente / Afp, La Habana. 5 de febrero de 2007.

Al salir del aeropuerto de La Habana un gigante cartel con el rostro sonriente de Hugo Chávez parece dar la bienvenida a Cuba donde, con la enfermedad del líder cubano Fidel Castro, la presencia del presidente venezolano se ha hecho cada vez más familiar.

En las casas de cambio, en los salones de clase de los niños, y hasta en peluquerías está la foto de Chávez, en algunas solo y en otras con Fidel, siempre con su simbólica camisa roja.

''Es considerado un hermano nuestro, por su actitud. Ojalá estuviera más tiempo aquí. Es para nosotros un cubano más'', expresó Isabel Collazo, de 55 años, en la lavandería donde trabaja.

El martes, Castro sorprendió al mundo al reaparecer durante seis minutos en la televisión, junto a su amigo venezolano, más recuperado de peso y saludable que la última vez que se lo vio en un video, tres meses atrás.

El video consolida el papel de portavoz del venezolano respecto al estado de la salud del líder cubano, que a sus 80 años convalece desde hace seis meses de una cirugía intestinal que lo forzó a ceder el poder en su hermano Raúl.

''¿Cómo no lo voy a querer?'' (a Chávez), pregunta Ignacio Morales, un taxista estatal, de 56 años.

''El que no lo quiere es porque no es revolucionario'', se respondió.

''La gente está muy agradecida con Chávez, él nos ha ayudado mucho, él nos da parte de su riqueza'', destacó.

En el video, Chávez, quien en varias ocasiones ha salido al paso a versiones que dan a Castro por moribundo, señaló haberlo encontrado de "buen humor, buen rostro, buen ánimo, claridad en las ideas''.

Durante la convalecencia de Castro, el presidente venezolano, quien se considera su hijo ideólogico, lo ha visitado en cinco ocasiones y estuvo con él el día de su cumpleaños, el 13 de agosto.

La Venezuela de Chávez es además con frecuencia noticia de primera plana en los medios locales.

Pero algunos cubanos consideran que Chávez debería concentrarse más en sus asuntos. ''Queríamos verlo (a Fidel), pero no entiendo por qué tiene que venir Chávez para que sepamos cómo está'', sostuvo un vendedor de una tienda oficial de discos.

''Yo creo que Chávez debería darse cuenta de que la revolución tiene un límite'', expresó Iris, una bailarina de 45 años.

''A mí no me importa que sea amigo de Fidel, pero que no intente meterse en nuestros asuntos, eso lo debemos resolver nosotros'', agrega la mujer, quien regresó a Cuba después de cinco años en Ecuador "para no perderse este momento de cambio''.

El último video salió al aire cuando se cumplían seis meses sin Fidel en el poder y en medio de una lluvia de versiones contradictorias sobre la salud de quien ha sido el único líder de los cubanos durante casi medio siglo.

Sobre todo luego que el diario español El País publicara el 16 de enero que Castro estaba ''grave'' después de tres operaciones.

El informe fue desmentido por el médico español José Luis García Sabrido, quien lo examinó en diciembre y descartó un cáncer.

El mismo Chávez añadió algo de confusión. En octubre dijo que Castro recorría ''campos y villas'', el 20 de enero que libraba ''una batalla por su vida'' y cuatro días después que estaba ''caminando'' y "casi trotando''.

Roberto, de 40 años y quien se define como ''un hijo de la revolución'', dice que ahora la presencia de Chávez le molesta "bastante''.

''El intenta vender, promover a este gobierno, pero el no nació aquí, no conoce bien la realidad cubana, no conoce a los cubanos'', afirmó este hombre que trabaja de guía turístico --sin permiso estatal-- y vive en un dormitorio con su mujer y sus dos hijos adolescentes, en el centro histórico de La Habana.

EEUU niega visas a cubanos invitados a simposio académico en Connecticut

Wilfredo Cancio Isla, El Nuevo Herald. 05 de febrero de 2007.

Las huellas culturales de la alianza política entre Cuba y la desaparecida Unión Soviética serán discutidas a partir de hoy en un simposio académico en Connecticut, que no contará con la asistencia de diez invitados de la isla por la negativa de Washington a otorgarles visas.

El coloquio ''Cuba-URSS y la experiencia postsoviética'', auspiciado por la Universidad de Connecticut, concibió un programa con 43 participantes de Estados Unidos, Rusia, Cuba y Europa, pero el Departamento de Estado decidió no otorgarles visas a los representantes cubanos de acuerdo con las regulaciones vigentes para residentes en países considerados patrocinadores del terrorismo.

''Es lamentable, porque la perspectiva de la gente de Cuba resulta importante a la hora de discutir los temas del evento'', señaló el escritor José Manuel Prieto, profesor de la Universidad Seton Hall en Nueva York y miembro del comité organizador del simposio.

Prieto, quien estudió y vivió en Rusia entre 1981 y 1994, anunció que las ponencias de algunos cubanos impedidos de viajar serán leídas en la conferencia, que se prolongará hasta el próximo miércoles. También se proyectará el documental 9550, una aproximación a la herencia soviética en Cuba.

En la lista de intelectuales y artistas cubanos que no obtuvieron el visado figuran Reina María Rodríguez, Polina Martínez Shivietsova, Raúl Aguiar, Desiderio Navarro, Jorge Miralles, Jose Miguel Sánchez (Yoss), Pedro Manuel González, Dmitri Prieto Sansonov, Ana Lidia Vega Serova y Ernesto René Rodríguez, este último realizador de 9550.

Aunque el Departamento de Estado declinó comentar sobre el procesamiento de los visados, los organizadores dijeron que la oficina del senador Christopher Dodd les informó que los invitados cubanos habían mostrado suficiente evidencia de no desear radicarse en EEUU.

La administración de George W. Bush ha aplicado una política de máxima restricción a los intercambios académicos con Cuba.

Sin embargo, el pasado año el Departamento de Estado concedió visas al economista Pedro Monreal y al sociólogo Rafael Hernández, quien fue profesor invitado por la Universidad de Harvard durante cuatro meses.

Prieto explicó que el propósito del simposio es "realizar una primera exploración sobre si la alianza politica entre la URSS y Cuba dejó una influencia cultural''.

''Hay más huellas e interacción entre ambas culturas de lo que uno puede imaginarse'', observó el escritor. "A diferencia de lo que sucedió en Cuba con la cultura norteamericana a nivel popular, las cultura rusa fue asimilada mayormente a nivel de las élites intelectuales''.

Los paneles de la conferencia abordarán tópicos como la nostalgia y las identidades híbridas, la cultura y la economía en el espacio postsoviético, las políticas de transición y los problemas de ciudadanía.

El evento tendrá además sesiones colaterales los días 8 y 9 de febrero en la Universidad Seton Hall y en la Biblioteca de la Casa Hispánica de la Universidad de Columbia, en Nueva York.

En ambas ocasiones, varios intelectuales residentes en Europa debatirán el tema de la diáspora cubana.

Fallece el reconocido fotógrafo de Tropicana Vicente Muñiz

Andrea Torres, The Miami Herald. 05 de febrero de 2007.

Vicente Muñiz, fotógrafo oficial de Tropicana, el mundialmente famoso cabaret habanero de los años 40 y 50, murió el pasado viernes en Miami a los 90 años por complicaciones de diabetes.

''Sus fotos han sido publicadas en muchas revistas y libros'', dijo su hija, María Culmer. "La foto donde aparece el magnífico Arcos de Cristal del cabaret le ha dado la vuelta al mundo''.

Muñiz pasó toda su carrera fotografiando a las célebres coristas del cabaret, y a un sinfín de figuras famosas, como Celia Cruz y Olga Guillot.

Nacido el 5 de junio de 1916, en La Habana, Cuba, Muñiz trabajó en un periódico tras graduarse de secundaria. Posteriormente, compró una cámara Graflex Speed Graphic, y comenzó a trabajar como fotógrafo en fiestas de cumpleaños y en bodas.

No pasó mucho tiempo sin que Muñiz empezara a ser conocido por sus retratos profesionales, y su reputación comenzó a crecer. Su trabajo era tan bueno que se le pidió que fotografiara a algunas de las deslumbrantes bellezas de Tropicana para materiales de publicidad. Martin Fox, el dueño del cabaret, quedó tan impresionado, que lo nombró fotógrafo oficial del centro nocturno.

Cuando en 1959 Castro llegó al poder, el cabaret fue intervenido. Muñiz empacó su cámara y guardó las fotografías en cajas, y se fue de Cuba hacia Estados Unidos.

En la década del 70 se estableció en Miami, donde trabajó en el Laboratorio Howard Thomson Photographic, en Coral Gables.

Muñiz conservó sus fotografías con la esperanza de preservarlas como un momento de la época gloriosa de La Habana de noche.

Algunas de estas imágenes se pueden obtener en el Sentir Cubano, una tienda de La Pequeña Habana que se especializa en vender antiguedades y recuerdos de la isla.

atorres@MiamiHerald.com

Howard Hunt: el ardiente soldado de la Guerra Fría

Wilfredo Cancio Isla, El Nuevo Herald. 4 de febrero de 2007.

Ninguna muerte señalaría mejor el fin de una época como la de Everette Howard Hunt, artífice de Watergate y prominente figura del espionaje del siglo XX. Con Hunt -- fallecido el pasado 23 de enero en su casa de Miami Shores -- desaparece un símbolo de la confrontación durante la Guerra Fría y un estratega clave de las operaciones de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) contra el régimen de Fidel Castro.

No se ha escrito suficiente de Hunt en la hora de su despedida. Sus funerales fueron privados y pocos de sus viejos amigos pudieron acompañarle en el momento final. Los medios locales apenas dieron cobertura a la noticia de su deceso, perdido entre otros acontecimientos vertiginosos de la agenda diaria y el estrés miamense. Tal vez el lanzamiento de sus memorias secretas en la CIA -- el próximo mes -- sea la ocasión propicia para repasar su increíble historia y volver sobre los entresijos de un pasado que guarda más de una lección para nuestros días. Porque la vida de este hombre temerario y perspicaz, guerrero honorable, autor de 80 novelas y arquitecto de golpes de Estado, incursiones militares y redes secretas, sigue siendo una fuente excepcional para explicar el mundo contemporáneo.

Y particularmente para entender los avatares de la política estadounidense respecto a la revolución castrista. Nadie como Hunt estuvo ligado a sucesos tan decisivos para la suerte de Cuba desde los primeros días de 1959 y acaso nadie como él entendió mejor el momento en que las prioridades de Washington hacia la isla habían cambiado definitivamente.

La biografía de Hunt es un escenario cargado de intensidad y desenlaces sorprendentes, como los thrillers que concibió en su prolífica carrera literaria. Nacido en 1918, se graduó a los 22 años en la Universidad de Brown y optó por alistarse en la Academia Naval apenas dos meses antes de que Estados Unidos entrara en la II Guerra Mundial. Resultó herido y retirado con honores, pero aprovechó la experiencia para escribir en el hospital su primera novela y servir luego como corresponsal de las revistas Time y Life.

En 1943 se convirtió en instructor de la Escuela de Inteligencia de la Fuerza Aérea y voluntariamente se enroló en labores con la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), antecesora directa de la CIA. En esos años fue enviado a China para infiltrar las líneas enemigas, pero al terminar la contienda bélica Hunt parecía decidido a concentrarse en su vocación literaria.

Ganó una beca Guggenheim y probó suerte como guionista de Hollywood, mientras se divertía tocando el saxofón en sus ratos libres. La compañía Warner Brothers llegó incluso a pagarle $35,000 -- entonces una cifra astronómica para un escritor en ciernes -- por su novela Bimini Run, pero Hunt no traicionó al halcón que convivía con sus afanes literarios y aceptó convertirse en oficial de la CIA en 1949.

Fue designado a México, donde nacieron sus dos primeros hijos del matrimonio con Dorothy Wetzel De Goutiere y comenzó su faena de reclutamiento. Allí se iniciarían años después sus contactos con agentes del Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC), organización fundada en Cuba en la década de los años 50.

La operación que lo consagraría como un pertinaz conspirador anticomunista fue el derrocamiento del presidente electo Jacobo Arbenz en Guatemala, en 1954. Hunt se vanagloriaba de haber salvado a Arbenz de la ejecución, advirtiendo a sus agentes en el aeropuerto que debían dejar abandonar al país al presidente guatemalteco sin agredirlo.

Hunt conservaba una curiosa anécdota de Arbenz, cuando ambos coincidieron involuntariamente en Uruguay, con residencias cercanas en la misma calle: uno como exiliado; el otro como jefe de la oficina de la CIA en Montevideo. Una noche que salieron a cenar, Hunt y su esposa se percataron de que los Arbenz estaban sentados a una mesa a pocos metros de distancia. Hunt envió un cable urgente a Washington en tácita alusión a su inesperado vecino: "En el futuro, cuando tengamos importantes llegadas al país, por favor déjenme saber''.

El aval de Guatemala y otras maniobras sagaces en terreno latinoamericano, le abrieron el camino a Cuba tras el triunfo de Castro. Hunt visitó como oficial encubierto La Habana de 1959 y pronto la CIA lo designaría al frente de los preparativos de Bahía de Cochinos.

Hunt fue responsable de dos importantes misiones respecto a Cuba: dirigir la rama para la guerra sicológica mediante acciones de propaganda y operativos encubiertos y, por otro lado, formar el futuro gobierno provisional que asumiría el mando de la isla al triunfo de la invasión armada.

Desde una casa segura en Coconut Grove, Hunt planeó estrategias junto a los exiliados cubanos, deseosos de tomar las armas. Manuel Artime fue el elegido por Washington para encabezar el ''gobierno emergente'' y pronto entablaron entre ambos una relación diáfana y entrañable.

Pero Hunt siempre discrepó del plan militar de la invasión, cuyo fracaso lamentó hasta el final de sus días. En una de sus últimas entrevistas, en octubre del 2004, la periodista Ann Louise Bardach le preguntó sobre las objeciones que mantuvo siempre sobre la operación armada de abril de 1961. Hunt insistió en que "nunca encontró a nadie que pensara que aquel era un buen plan''.

Tras el fracaso de Bahía de Cochinos, Hunt comprendió que el momento para derrocar a Castro se había desperdiciado y que era imposible intentar un golpe militar o expediciones armadas a Cuba lidiando con lo que calificó de ''una terrible organización llamada Departamento de Estado''. Su vinculación a la Operación Mangosta de 1962 -- iniciativa estratégica de la CIA para desmantelar la revolución castrista -- fue más discreta, consciente de que Kennedy era ''un tigre de papel'' que no respaldaría los intentos de reeditar una invasión con apoyo estadounidense.

Desencantado, Hunt pidió ser reasignado a otras tareas. En 1970 solicitó su retiro de la CIA tras 21 años de servicio.

''Yo quise salirme de la situación una vez que no vi futuro en cierto tipo de actividades contra Castro que fueran planeadas y permitidas. De hecho, fui designado en una ocasión por [Richard] Helms a una convención sobre la guerra económica contra Cuba y asistí a dos reuniones antes de regresar ante Dick [Helms, jefe de la CIA] y decirle que eso no iba a ninguna parte y que yo quería ser relevado de ese compromiso'', confesó a Bardach.

Pero Hunt no podría zafarse del todo de sus nexos cubanos. Siguió muy de cerca los pasos del Che Guevara en Bolivia hasta su captura y muerte en 1967, y no vaciló en contactar a sus antiguos ''compañeros de viaje'' en 1972 cuando organizó Watergate, la operación de espionaje telefónico que terminó con la presidencia de Richard Nixon.

Cuatro veteranos de Bahía de Cochinos fueron reclutados para las labores de inteligencia en las oficinas del Comité Nacional Demócrata: Bernardo Baker, Virgilio González, Rolando Eugenio Martínez y Frank Sturgis, identificados en el caso como los "plomeros''.

Hunt se declaró culpable de conspiración y pasó 33 meses en una prisión. Sintió siempre que Nixon los había abandonado a su suerte: "El debió haber hablado por mí y por mis compadres. Hay una larga tradición desde la Guerra de Independencia, de que cuando un guerrero es capturado, el comandante al mando se encarga de cuidar a su familia''.

El pasado lunes, en la Iglesia Prebisteriana de Miami Shores, un grupo reducido de familiares y amigos rindieron el último tributo a Hunt, quien terminó sus días en una silla de ruedas luego de la amputación de una pierna. Una bandera estadounidense y la enseña de la Brigada 2506 fueron situadas en el presbiterio, flanqueadas por una carta de la CIA y fotografías de Allan Dulles y Richard Helms.

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