Crónica           IMPRIMIR
31 de diciembre de 2007

El dilema de las aceras cubanas

Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Después de casi medio siglo de Revolución castrista triunfante, en los cuales ha proliferado el típico y tradicional solar habanero, las viviendas improvisadas en locales comerciales y sobre todo las llamadas barbacoas, habitaciones construidas dentro de otras habitaciones, apenas sin ventilación ni luz solar, es que la prensa oficialista de Cuba comenta sobre el problema de las aceras en los municipios de la capital.

Señala Juventud Rebelde en su sección Acuse de Recibo cómo las aceras se usan para tender ropa, hacer escalones que dan paso a las viviendas, como entretenimiento para los niños, como garaje de motos o talleres de reparación de autos, para jugar dominó, etc.

Todo eso es cierto, pero hay más. Los cubanos que malviven en esos lugares desde décadas, se ven forzados a usar la acera como continuación de sus inmuebles, por llamarlos de algún modo, porque hacer otra cosa no pueden.

En los días de calor, por ejemplo, para tomar un poco de aire, hay que sacar sillas o sillones a la acera, si se conversa con los vecinos, no hay espacio en el inmueble. Hay que salir a la acera. ¿Y qué hacer con la ropa lavada, si tampoco hay patio en el localcito que ayer, en el capitalismo, era un establecimiento para vender café, pollo frito o café con leche y pan con mantequilla?

Es algo muy común transitar por las aceras de La Habana entre pañales de bebitos en tendederas, blumers, pitusas y sábanas y pidiendo permiso a quienes se sientan cómodamente en sus viejos taburetes en las aceras. Esto forma parte ya de nuestro paisaje cotidiano. Es un pálido reflejo de la gravedad habitacional que sufre el país a partir de 1959, algo que se agrava por días sin que pueda vérsele solución alguna.

Sin embargo, lo peor no se ha dicho en la prensa nacional respecto al dilema de las aceras. En primer lugar, que durante todos estos años de castrismo no se han restaurado. Se dice que el costo de ese trabajo hace imposible su reparación. No creo que sea tanto obstáculo para ciegos y débiles visuales que las aceras sean una prolongación de las viviendas, como las grandes roturas que las mismas presentan de por vida y cuya responsabilidad recae en el Estado.

Y algo más: ¿cómo explicar que las aceras, sobre todo en sus esquinas, permanecen llenas de jóvenes conversando durante horas, dando la impresión de que Cuba es un país de vagos? Si usted quiere saber si en Cuba son tantos los que no trabajan ni estudian, son las aceras las que podrán responderles.

Son, sin lugar a dudas, las que dan la medida de muchas cosas que calla y oculta la prensa oficialista. Me refiero a la calidad de vida de los cubanos. Cabe entonces preguntarse si el relator especial de las Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación, señor Jean Ziegler, quien recientemente visitó Cuba, pudo contemplar estos espectáculos y visitar la intimidad de esos míseros hogares de la capital, donde, como todos los que vivimos en Cuba, sabemos que se vive mal, muy mal, y que la alimentación está acorde con las pésimas condiciones materiales de los mismos.

Difícilmente los cubanos dejarán de invadir las aceras para lo que las necesiten. Esto forma parte ya de una costumbre, surgida y arraigada en estos años de castrismo.

 
 
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como fuente.