Crónica           IMPRIMIR
21 de dciiembre de 2007

Nefasto y El Apocalipsis según San Eliades

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press


LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - Nunca se arrodilló ante Cristo, pero sí se ha pelado las rodillas tras la imagen y las ideas del padrecito Marx.

El sermón de la montaña “Pan para todos” (a 80 gramos por persona) bajado por los guerrilleros de la Sierra Maestra fue su primera comunión. La fuerza de una fe que lo ha hecho subir como la espuma entre los salmistas del nuevo testamento revolucionario.

Su apego e interpretación de los versículos de la Biblia de los comunistas, “El Capital”, lo acercan a los dogmas de Eduardo Galeano, el caperucito rojo que dejó abiertas las venas de América Latina.

Bastaría con adentrarse en su Categorización de usuarios durante su permanencia como director de la Biblioteca Nacional José Martí (extranjeros, profesionales, estudiantes de arte, y pueblo, en ese orden) para comprender el alcance espiritual de sus proverbios.

Pero su ascensión al cielo cardenalicio del Comité Central llegó tras la escritura del libro El Apocalipsis según San George.

Ahí fue donde mezcló lecciones del Budismo con el Talmud, la Teología de la Liberación con el Corán, y la visión de los mormones con los salmos salvajes del Capital.

Sin embargo, su apego a los dogmas revolucionarios no le impide ser un catequista renovador, al menos, dentro de unos mandamientos más que conocidos por los cubanos:

1-No envidiarás la fortuna de tus jefes revolucionarios
2-No matarás vaca alguna por mucho que lo desees
3-No criticarás nada si no tiene que ver con los americanos
4-No emigrarás sin dejarnos tus bienes y comprarnos en 150 dólares el
permiso de salida
5-No robarás a menos que no sea en las arcas del gobierno
6-No soñarás con otro partido que no sea el comunista
7-No te bañarás con jabón si no pones la ropa a buen resguardo
8-No hablarás de cambio de gobierno, a menos que no sea el de otra
nación.

Basado en estos mandamientos, el salmista Eliades Acosta dio a conocer una encíclica renovadora que bajo el nombre “Del Paraíso Perdido al Paraíso Estancado”, navega por Internet repleta de seguidores, más jubilosos (ante la posible salvación) que las parejas de animales apretados en el Arca de Noé cuando el otro diluvio.

Para ello, y envuelto en una nube de aplausos, con cirros repetidores y nimbos a la espera de quien suelta primero la lengua, San Eliades nos convoca a ejercer la crítica en un momento en que “el país está repensando sus estructuras” ¿represivas?, y “el propio partido está repensando sus relaciones con la sociedad”, sin alterar la ecuación yo mando y gozo (el partido) y tú obedeces y sufres (el pueblo)

Además, en su aleccionadora encíclica nos dice que “debe quedar atrás esa práctica de silenciar los problemas” (con los precios del agro, la falta de agua, los bajos salarios, la imposibilidad de viajar, de oponerse al régimen, de expresarse) y gritar a toda voz que eso sucede por culpa del bloqueo y las amenaza de invasión del gobierno norteamericano.

También nos alentó a reclamar una sociedad donde la economía funcione (centralizada), donde los servicios funcionen (estatizados), donde los cubanos no se sientan ciudadanos de menor categoría en su propio país por esa bobería de no tener acceso a los sitios y prebendas que tienen los extranjeros.

No hay dudas que esta encíclica dará mucho que hablar en Villa Maristas y otros sitios exclusivos de la Policía Nacional Revolucionaria.

De seguro podemos contar con que quienes se animen a poner en práctica esta teoría sólo permitida a los mandones, podrá disfrutar de los servicios médicos gratuitos y de primer nivel, las altas casas de estudio, los jardines de infancia y otras opciones que se ofertan en la red de prisiones y campos de trabajo diseminados por todos los rincones de la nación.

Así que embúllece, salte, grite, salga a la calle a exigir el cumplimiento de estos mandamientos, pero encomiéndese a San Eliades, porque lo que soy yo, no salgo de mi retiro espiritual aunque me decomisen la vela.
Eso se los aseguro yo, Nefasto “El monaguillo”

 

 
 
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