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Doble cerradura

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press.

LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - Cierre total. Candados y llavines para una clausura irrevocable. Eso desea el almirante Mike Muller para las celdas de la prisión enclavada dentro de los límites de la Base Naval de Guantánamo.

Allí hay todavía 275 extranjeros capturados en el fragor de la guerra contra el terrorismo. Son posibles colaboradores de Al-Qaeda y el Talibán. Pudiera ser que entre los reos hubiesen algunos inocentes, pero no me atrevería a absolverlos de culpas. Se trata de gente que odia a la cultura occidental, individuos propensos a convertirse en bombas humanas. Fanáticos sin otra filosofía que destripar inocentes en plena vía pública, con pólvora y plomo, o cercenar faringes con cimitarras de última generación a cualquiera que no comulgue con sus dogmas.

Es cierto que no existen elementos concluyentes para juzgarlos. Son inocentes según los parámetros que impone la justicia en un estado de derecho, y todo parece indicar que la balanza se inclina a su favor. ¿Liberarlos sin cargos? ¿Liberarlos y pedirles perdón por los años de encierro?

Aunque nunca lo entiendan, podrían a mediano plazo ser beneficiados con alguna medida que atenúe o acabe son su limbo legal. Son prisioneros en un país donde existe una prensa libre y un equilibrio de poderes precisamente para evitar excesos que redunden en avasallamientos gratuitos.

Los periódicos de mayor prestigio dentro de los Estados Unidos han abordado y abordan el asunto dando las claves para la internacionalización del caso. A partir de la cobertura mediática muchas personas alrededor del mundo optan por la solidaridad, o en su defecto, por abiertas exigencias con ánimo de ponerle punto final a la controversia.

Los defensores de los llamados “combatientes enemigos” cuentan con una retaguardia que apoyada en meras cuestiones humanitarias cobra cierta credibilidad y quizás sin proponérselo van tejiendo un halo de inocencia que no es saludable para una solución inteligente del asunto.

¿Quién puede garantizar que tales personas, de ser puestas en libertad, no inicien planes de desquite por considerar un ultraje tantos años de encierro? ¿Aceptarían la diversidad cultural, incluyendo las múltiples prácticas religiosas y otras disparidades existentes en nuestra civilización?

Según lo que reportan las televisoras internacionales, el terrorismo adquiere connotación de pandemia. Secuestros, atentados, matanzas indiscriminadas, ocurren frecuentemente alrededor del mundo. El móvil utilizado por los asesinos, su capacidad depredadora e inescrupulosa y la maniobrabilidad para burlar las medidas de seguridad, imponen interpretaciones que deberían llamar a la precaución cuando se trata a estos sujetos, reales y potenciales.

Las formulaciones del almirante Muller son válidas. Él no improvisa, simplemente busca una salida honorable para su gobierno, un mejoramiento de la imagen empañada por las acerbas críticas emitidas por prestigiosas personalidades dentro del país y de otras latitudes que no entienden la dilatación de un proceso que empezó en 2002 con la llegada de los primeros 15 prisioneros.

Ser demasiado indulgente en tiempos donde hay fanáticos dispuestos a crear crisis a través de explosiones en cualquier lugar que se le antoje en menoscabo de vidas de civiles (incluidos niños) no corresponde a una actuación responsable.

El oficial Muller, al margen de sus estimaciones correctas o erradas, parece un hombre sensato. Anhela el cierre de una cárcel que ha puesto en la picota pública el prestigio de la nación de la que es oriundo y a la cual sirve como presidente del Estado Mayor Conjunto.

Sus declaraciones me estimularon. Por razón e instinto de ex – prisionero de conciencia, le tomo la palabra. ¡Pido la clausura del Combinado Provincial de Guantánamo! Para los desconocedores aclaro que es una de las cientos de cárceles construidas por el régimen cubano.

Fui morador de sus celdas de castigo, espectador de innumerables palizas e intentos de suicidios. En esos predios tuve que beber agua con tierra y comer alimentos inapropiados para el consumo humano.

Allí me enviaron por ejercer el criterio libremente y decidirme a ser un cronista de las realidades ocultas por la censura. Los recuerdos de mis tragedias se mantienen frescos en la memoria.

Con el almirante Muller retratado en El Nuevo Herald justo al lado de las palabras del periodista que cubrió la noticia, volvieron las noches con sus nubes de mosquitos, la reja y los cerrojos tallados en mis pupilas, y el leve resplandor en la lejanía. Un preso común me decía que eran los destellos de la Base Naval de Guantánamo. Nunca supe si era cierto.