Tres
hombres que amaban los perros
Luis Cino
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Tres amantes de los
perros son los protagonistas de la nueva novela del escritor cubano
Leonardo Padura. Dos de ellos son León Trostky y su asesino,
Ramón Mercader. El tercero, que narra los hechos, es el veterinario
que atendía a los galgos de Lev Davidovich en su casa de
Coyoacán.
El hombre que amaba los perros, que será
publicado por la editorial española Tusquets, ocupó
a Padura durante más de tres años.
Padura, luego de consultar una extensa bibliografía,
se lanza a una especulación histórica novelada sobre
los últimos años de Trostky, su asesinato por órdenes
de Stalin en Ciudad México y el destino posterior de Mercader,
incluyendo sus años en Cuba.
En momentos en que algunos teóricos se aferran
a un extraño trotskismo guevarista para intentar reflotar
el socialismo cubano en su hora definitiva, Padura se deslumbra
en su novela por Trostky, la más trágica y vilipendiada
figura de la historia comunista.
Trostky resultó el gran perdedor de la Revolución
Bolchevique cuando Lenin, ya moribundo, privilegió la posición
de Stalin en el Partido Comunista. La degeneración burocrática
del Partido y el Estado derrotó la tesis trotskista de “la
revolución permanente”. Iosif Visarionovich no cejaría
hasta aniquilar al hereje revisionista Lev Davidovich.
En su nueva novela, Padura hurga en la pugna bolchevique
y culpa a Stalin por la destrucción de la utopía.
“El ser humano no puede vivir sin utopía”, lamentó
Padura en una reciente entrevista.
La supuesta necesidad humana por la utopía
es una discutible ficción nostálgica de la izquierda.
Padura, entre goles anotados y humo de Cohibas, se la quiere creer.
Lo que no es ficción del autor es el amor por los perros
de Trostky y Mercader.
Trostky se llevó a su galgo favorito a su
destierro a Alma Atá, Kazajstán, en 1929. Cuatro galgos
rusos lo acompañaron en su mansión de Coyoacán
hasta su trágica muerte en 1940.
De lo poco que se sabe del tiempo cubano de Ramón
Mercader (además de su presunta colaboración con el
Ministerio del Interior) es que solía vérsele paseando
sus hermosos y bien alimentados perros por las aceras de la Quinta
Avenida de Miramar. Se afirma que fueron los mismos aristocráticos
perros que en 1978 utilizó el director Tomás Gutiérrez
Alea para su película “Los sobrevivientes”.
Según Padura, Mercader fue como un fantasma
en Cuba. No era para menos. Tras extinguir su condena de prisión
en México, el gobierno cubano lo acogió con los brazos
abiertos. Fue otra forma de pagar los favores del Kremlin. El español
que descargó por encargo de la KGB su piolet contra el cráneo
de León Trostky era un huésped demasiado engorroso
para la Unión Soviética del deshielo post-estalinista.
Mercader vivió durante años en una
mansión burguesa de Miramar, bajo el nombre de Jaime Ramón.
Sólo se separó de sus perros para ir a morir a Rusia
en 1978.
Lo cubre la losa de granito rojo de los héroes
de la patria, en un cementerio moscovita. En su lápida escribieron
un nombre supuesto en caracteres cirílicos. Ahora, una novela
escrita en Mantilla pretende sacarlo del olvido.
|