Crónica           IMPRIMIR
17 de dciiembre de 2007

Tres hombres que amaban los perros

Luis Cino


LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Tres amantes de los perros son los protagonistas de la nueva novela del escritor cubano Leonardo Padura. Dos de ellos son León Trostky y su asesino, Ramón Mercader. El tercero, que narra los hechos, es el veterinario que atendía a los galgos de Lev Davidovich en su casa de Coyoacán.

El hombre que amaba los perros, que será publicado por la editorial española Tusquets, ocupó a Padura durante más de tres años.

Padura, luego de consultar una extensa bibliografía, se lanza a una especulación histórica novelada sobre los últimos años de Trostky, su asesinato por órdenes de Stalin en Ciudad México y el destino posterior de Mercader, incluyendo sus años en Cuba.

En momentos en que algunos teóricos se aferran a un extraño trotskismo guevarista para intentar reflotar el socialismo cubano en su hora definitiva, Padura se deslumbra en su novela por Trostky, la más trágica y vilipendiada figura de la historia comunista.

Trostky resultó el gran perdedor de la Revolución Bolchevique cuando Lenin, ya moribundo, privilegió la posición de Stalin en el Partido Comunista. La degeneración burocrática del Partido y el Estado derrotó la tesis trotskista de “la revolución permanente”. Iosif Visarionovich no cejaría hasta aniquilar al hereje revisionista Lev Davidovich.

En su nueva novela, Padura hurga en la pugna bolchevique y culpa a Stalin por la destrucción de la utopía. “El ser humano no puede vivir sin utopía”, lamentó Padura en una reciente entrevista.

La supuesta necesidad humana por la utopía es una discutible ficción nostálgica de la izquierda. Padura, entre goles anotados y humo de Cohibas, se la quiere creer. Lo que no es ficción del autor es el amor por los perros de Trostky y Mercader.

Trostky se llevó a su galgo favorito a su destierro a Alma Atá, Kazajstán, en 1929. Cuatro galgos rusos lo acompañaron en su mansión de Coyoacán hasta su trágica muerte en 1940.

De lo poco que se sabe del tiempo cubano de Ramón Mercader (además de su presunta colaboración con el Ministerio del Interior) es que solía vérsele paseando sus hermosos y bien alimentados perros por las aceras de la Quinta Avenida de Miramar. Se afirma que fueron los mismos aristocráticos perros que en 1978 utilizó el director Tomás Gutiérrez Alea para su película “Los sobrevivientes”.

Según Padura, Mercader fue como un fantasma en Cuba. No era para menos. Tras extinguir su condena de prisión en México, el gobierno cubano lo acogió con los brazos abiertos. Fue otra forma de pagar los favores del Kremlin. El español que descargó por encargo de la KGB su piolet contra el cráneo de León Trostky era un huésped demasiado engorroso para la Unión Soviética del deshielo post-estalinista.

Mercader vivió durante años en una mansión burguesa de Miramar, bajo el nombre de Jaime Ramón. Sólo se separó de sus perros para ir a morir a Rusia en 1978.

Lo cubre la losa de granito rojo de los héroes de la patria, en un cementerio moscovita. En su lápida escribieron un nombre supuesto en caracteres cirílicos. Ahora, una novela escrita en Mantilla pretende sacarlo del olvido.

 

 
 
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