Dos
negritos y un negrón
Miguel Iturria Savón
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - Lo conocí
en la intersección de 76 y 31, frente al hospital oftalmológico
“Pando Ferrer”. Yo esperaba un taxi para Miramar. El
se bajó del camión de pasajeros que va del Cotorro
a Marianao. No sabía para dónde coger. Me preguntó
por “La Ceguera”, delante de la misma “Ceguera”;
iba para la estación policial de Santa Fe, a llevarle ropa
y cepillo al hermano, aunque el tío de Centro Habana le informó
que se había escapado.
El tipo estaba ansioso y desorientado. Supuse que
necesitaba una brújula, varios mapas y un abogado para tomar
una decisión. Como el taxi se demoraba, empezó a contarme
su tragedia, sin reparar en las eses ni en los adjetivos.
“Yo soy de Baracoa, en Oriente. Vine con mi
hermano a trabajar en el contingente “Fructuoso Rodríguez”,
en el Cotorro. No nos gusta La Habana, pero la vieja nos animó.
Allá sólo encuentras empleo en las montañas,
recogiendo cacao o café; eso no es vida para los jóvenes.
Mi tío llegó como policía y ya es oficial,
vive ahora en un solar de Cayo Hueso. Al principio nos fue bien,
pudimos mandar unos pesos a la familia, pero apareció un
negrón de Guantánamo con su jodedera. Los guantanameros
y los baracoesos somos rivales. Tuvimos que darle unas puñaladas
para que nos dejara en paz.”
Mi informante es negro y bajito, de rostro apacible
y mirada segura. Sólo el nerviosismo y su incontinencia verbal
revelan el trance que atraviesa. Confiesa que “el negrón”
quiso “agitarle” la comida. “Yo le rompí
la cabeza y la pierna con una cabilla, mi hermano le dio tres o
cuatro puñaladas. Él va a cumplir por los dos, pero
se ha fugado de la estación y eso complica las cosas, yo
voy como si no supiera nada. El tío y la gente del contingente
nos van a ayudar”.
La llegada de un taxi favoreció la despedida.
Le deseé suerte al negrito, sugiriéndole buscar al
hermano, visitar al “negrón” en el hospital y
nombrar a un abogado que los representara ante el Tribunal.
Pensé después en otras versiones posibles.
Las personas, según sus intereses y conceptos, son capaces
de exagerar, disminuir, omitir o agregar elementos favorables a
su manera de ver los hechos. Si en vez de tropezarme con el negrito
de Baracoa hubiera coincidido con el supuesto “negrón”
de Guantánamo –ahora hospitalizado-, tal vez la versión
fuera diferente: "los negritos mienten, tuve que ponerles el
dedo porque los cogí robando, me golpearon desprevenido y
a traición”. Cavilé, entonces, en el hermano
prófugo y en lo que diría el tío policía.
Hechos como este ocurren con frecuencia en los contingentes
de obreros orientales. Las acciones extremas se deben al encierro
semi carcelario, de hombres que trabajan como bestias en condiciones
precarias. Las limitaciones culturales, las necesidades y la distancia
de la familia favorecen los actos de violencia.
Sin pecar de profeta ni de sociólogo,
creo que la exaltación cabalga sobre los lomos del país.
El ser humano se animaliza cuando crecen las carencias y los problemas.
Cualquiera pierde el control. El respeto y la cortesía parecen
cosas del pasado.
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