Resolución
277: nuevo grillete y otra fusta
Jorge Olivera Castillo, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Llegaron
las sombras para los cubanos que podían tener algo de luz en
su existencia. Al camino le han puesto piedras, cactus en los flancos
y de fondo musical un coro que extrae del alma el desaliento. Esos mundos
ya están impregnados en las mentes de quienes trabajan para sucursales
extranjeras, oficinas de representación, líneas aéreas,
empresas de viaje, agencias de prensa, sedes diplomáticas u organismos
internacionales.
Un decreto aumenta la relatividad del sosiego en lo que va quedando
de una versión malinterpretada del socialismo. El sobresalto,
las ansiedades y un funesto ciclo de turbaciones están garantizados
para las personas situadas bajo el toldo de la resolución 277.
El dictamen expedido por la Oficina Nacional de Administración
Tributaria (ONAT), certifica que “serán gravadas con impuestos
las personas naturales cubanas y extranjeras residentes permanentes
en el territorio nacional que reciban “gratificaciones por parte
de sus empleadores foráneos”.
Podría inferirse desde la óptica de un desconocedor de
la realidad nacional que la medida obedece a un procedimiento normal.
Tributar al fisco es algo aceptado en cualquier sociedad. De tales recaudaciones
se nutre el presupuesto del estado para obras sociales, entre otros
compromisos muy necesarios para corregir los desniveles producidos por
el mercado. Gracias a los gravámenes directos e indirectos muchos
pobres cuentan con acceso a servicios de notable importancia para sus
vidas.
En Cuba, el edicto de reciente factura refleja el carácter explotador
del sistema. Esta afirmación puede sostenerse debido a las condiciones
que soportan quienes logran insertarse en estos ámbitos considerados
de élite, bien por el precio a pagar por la izquierda o simplemente
accesibles a cuenta del nepotismo, la fidelidad ideológica (real
o ficticia), o por la ayuda de algún amigote. Existen personas
con suerte que han podido integrarse a este restringido círculo
laboral, sin que medien procedimientos ilegales ni fingimientos, pero
esta no es la regla dentro de un oasis de relativa abundancia.
Aparte de constituir un medio para el desarrollo de la corrupción,
el soborno y otras actividades ilícitas a partir de absurdas
regulaciones y requisitos que parecen estructurados por un demente,
lo peor radica en los términos de la contratación.
El empleador tiene que pagarle el salario real a una empresa del estado
que es la encargada del contrato. Es decir, que la moneda dura va a
las arcas de burócratas y vividores que gustan de imitar el American
Way of Life sin el menor esfuerzo, o quizás los desembolsos terminen
en el saco roto de proyectos inviables e instituciones de marcada ineficiencia
como la que lleva el nombre de Ministerio de la Batalla de Ideas. Una
de los centros de reciclamiento de las burdas contiendas ideológicas.
Los esclavos deben conformarse con un salario en moneda nacional devaluado
junto a lo que eufemísticamente se denomina “gratificación”.
Una suma que el contratante decide extender para protegerse del inmoral
acatamiento de las reglas del juego.
Más allá de las anomalías reproducidas por un clima
de descontrol y arbitrarias disposiciones que subyacen en todo el país,
hay que admitir que este sector posee la capacidad de dinamizar el ritmo
de una hipotética transformación del modelo totalitario
si tuviese la oportunidad de cobrar, sin menoscabos, sus salarios en
divisas y reinvertirlos para bien de sus economías y la del país.
Penalizar las “gratificaciones” es una señal que
esclarece la naturaleza timadora de los que gustan accionar la fusta
y desechan los escrúpulos.
Lo justo sería que estos trabajadores recibiesen el pago en divisas
íntegro y no una especie de regalía como si fuera un favor
del empresario. Cobrar un impuesto a las migajas es una forma de duplicar
la extorsión.
Con esta maniobra se desarticula el discurso, hasta cierto punto renovador,
de algunos jerarcas del régimen. Quizás sea una avanzadilla
del sector más ortodoxo en contraposición a un indefinido
equipo gubernamental poseedor de una visión integral y pragmática
de cómo debe estructurarse un cambio.
En el curso del año que recién comienza podrían
emerger contradicciones de difícil solución entre diversas
corrientes de pensamiento respecto a la demanda de transformaciones
más allá de retóricas, y maquillajes.
Por el momento la resolución 277 restalla en el aire como si
fuera un trueno que opaca los anuncios relacionados con supuestos pasos
hacia formas de gobierno guiadas por la racionalidad. Es, indudablemente,
una tira de cuero nueva que cuelga de la fusta, con la cual los mayorales
insisten en mantener el rebaño dentro del redil.
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Publicado el lunes 07 de enero de 2008 en el Nuevo Herald
Cuba grava "gratificaciones" de empresas foráneas a
empleados
Por ANDREA RODRIGUEZ
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