Por
ahora…
Luis Cino
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Si
a algún cubano no sorprendió el resultado adverso
a Chávez del referendo para la reforma constitucional en
Venezuela, fue a Fidel Castro. El tono de su reflexión “Un
pueblo bajo el fuego”, daba a entender que el Comandante no
era optimista al respecto.
Fidel Castro sigue teniendo buen olfato para vaticinar
los desastres de sus aliados. Previó la derrota sandinista
en las elecciones de 1990 y hasta la impensable desintegración
de la Unión Soviética. En las últimas semanas,
advirtió a Hugo Chávez acerca de la posibilidad del
magnicidio, la guerra civil y otros peligros.
Como mismo aconsejó hace 18 años a
Daniel Ortega que no se arriesgara a hacer elecciones, es probable
que el Comandante haya aconsejado a Chávez acerca de los
riesgos de someter a consulta popular la reforma constitucional
que le permitiría con plenos poderes la implementación
del socialismo del siglo XXI en Venezuela.
Los riesgos eran muchos, y Chávez, antes del
referendo, en una extraña maniobra, encendió candelitas
para que se multiplicaran. Desafió a Bush, al Rey Juan Carlos,
a Uribe y a “los escuálidos”. El ensoberbecido
y delirante Chávez, aunque siguió el consejo del Comandante
de cuidarse de los intentos de asesinato, estaba seguro de la victoria
del Sí en el referendo. Se jugó el todo por el todo
y perdió.
De acuerdo, la soberbia del presidente venezolano
recibió una lección. Pero no todo le salió
mal. Al parecer, otra de las cosas que ha aprendido Chávez
de su mentor verde olivo, es a convertir el revés en victoria.
Luego de tantos fracasos y papelazos en las votaciones
del Consejo de Seguridad de la ONU, la Cumbre Iberoamericana, la
OPEP y la crisis con Colombia, la derrota en el referendo es lo
primero que le sale bien: le permitió posar de demócrata.
¿Por qué un aspirante a dictador
no va a poder ser un buen perdedor? La tendencia del conteo de votos
era irreversible y Chávez se apresuró en reconocer
el triunfo del bloque del NO. Incluso felicitó a todos los
venezolanos. “Por ahora, no pudimos”, dijo. Le salió
del alma. Exactamente igual que cuando fracasó el golpe militar
del 4 de febrero de 1992.
A pesar de todo, hubo un tufo amenazante en sus palabras
(que pretendieron ser cordiales) al pueblo venezolano. “Administren
su victoria” dijo a los opositores. La cordialidad no va con
él. “Esto no se va a quedar así”, hubiera
dicho uno de los guapos de mi barrio al perder una bronca. Sin guapería
y sin bronca, no fuera Hugo Chávez.
Pero hay que admitirlo. Chávez lució
bien en el papel de gobernante democrático reconociendo el
triunfo de los opositores a su proyecto. Después de todo,
le convino. Luego de tantas bufonadas y rabietas, Chávez
actuó con cordura. Y maquiavelismo, por qué no.
¿Final de la fotografía? No es el fin
de los tiempos para Hugo Chávez. Aún le quedan 5 años
de mandato presidencial. Tendrá que guardarse el librito
rojo de la reforma constitucional en el bolsillo de su camisa, también
roja. No será tan malo gobernar apegado a la letra del librito
azul de la Constitución Bolivariana. A fin de cuentas, la
hizo a la medida de la camisa de marras. Sólo que ya ambas
le quedan estrechas: la camisa y la Constitución.
Por ahora. Cinco años es tiempo suficiente
para matar un burro a pellizcos…y a la democracia también.
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