La válvula del infierno
Oswaldo Paya, El
Nuevo Herald, 17 de abril de 2007.
La Habana -- Aquella noche del Sábado
Santo de 1980, estábamos como siempre en
la Parroquia del Cerro celebrando la misa de Pascua
de Resurrección y el gran Cirio Pascual,
que se enciende por primera vez esa noche y que
debe durar todo el año, se consumió
en unos minutos con una gran llamarada. Todos
estábamos impactados y pensando lo mismo
que finalmente, más o menos con estas palabras,
dijo allí el sacerdote: esto es un signo
del drama que está viviendo Cuba. En Cuba
había comenzado la crisis que ahora la
historia conoce como el Exodo del Mariel.
Más de 10,000 pasaron varios días
hacinados en la embajada del Perú mientras
afuera se preparaba la primera asonada del terror.
Numerosos militares y policías vestidos
de civil y karatecas que se prestaron, así
como otros ''combatientes'', fueron organizados
en grupos o más bien bandas y situados
a cientos de metros de la embajada peruana, en
todas las vías de salida posible, para
interceptar a los que salían después
de la promesa de salvoconducto para salir de Cuba.
Estas bandas golpearon y ultrajaron salvajemente
a niños, mujeres y hombres que salían
de esa embajada, después de varios días
de ''asilo'', hambrientos, sedientos y extenuados.
Miles de cubanos del exilio de Miami, sin pensarlo
dos veces, compraron o alquilaron lanchas, botes
y todo lo que flotara y pudiera navegar para venir
a Cuba a rescatar a su familia, ya que el gobierno
cubano lo estaba permitiendo y el presidente Carter
declaraba después que "recibirían
a los cubanos con el corazón abierto''.
Pero por si algunos han perdido la memoria o
prefieren no recordar, quiero hablar para los
más jóvenes, los cubanos que han
nacido fuera de Cuba y también aquí,
y a todos los que quieran buscar la verdad. Deben
saber que antes y después de ese Mariel
hubo otros Mariel, un verdadero éxodo constante
de cubanos que buscan libertad y una vida más
próspera para ellos y sus hijos. Pero además
del desgarramiento y la dolorosa separación
física de la patria, tienen que pagar el
alto precio del castigo por escapar. Porque de
Cuba la gente no se va, sino que escapa.
El deseo o la ilusión de escapar es masivo
y permanente. Aunque pienso que la solución
para la sociedad cubana no está en que
todos se vayan, sino en lograr pacíficamente
los cambios hacia la libertad y la democracia
aquí en Cuba, no sólo reconozco
la legitimidad de la opción de exiliarse,
sino también que para muchos es la única
salida para salvar sus vidas y la de su familia.
En todo caso, todos deben reconocer y defender
el derecho de los cubanos a salir y entrar a su
país y que termine la situación
de destierro a que están condenados los
cubanos de la diáspora.
La salida masiva ha sido regulada por el gobierno
cubano, algunas veces en acuerdo con el gobierno
de los Estados Unidos. Este éxodo ha tenido
momentos de alza, como el Puente Aéreo
de la Libertad, pactado entre ambos gobiernos
posteriormente a octubre de 1965, cuando Fidel
Castro anunció a los cubanos que viven
en Miami que podían venir a recoger a sus
familiares al pequeño puerto de Boca de
Camarioca, en Matanzas. Posteriormente ocurrió
el éxodo de la primavera y el verano de
1994 por el que salieron más de 30,000
cubanos y muchos desaparecieron en el mar para
siempre.
Ese éxodo desembocó en un pacto
migratorio Cuba-EEUU y derivó nada menos
que en un sorteo en el que el premio es salir
de Cuba. Miles de cubanos han salido y cientos
de miles, quizás millones, sueñan
con que algún día llegará
''el premio'' aunque mientras tanto tengan un
carnet del Partido Comunista o una buena fachada
de revolucionarios.
El éxodo es como una válvula que
abre súbitamente cuando la caldera eleva
mucho su presión. El sufrimiento humano
por la espera sin derecho y por el maltrato ha
sido y es enorme, especialmente en esos momentos
dramáticos como los del Mariel en que la
manipulación de los seres humanos como
cosas por parte del gobierno cubano es verdaderamente
perversa.
Muchos cubanos que se habían despedido
para siempre, diez o veinte años antes,
llegaron al Puerto de Mariel en lanchas y barcos
desde Estados Unidos y les presentaban a las autoridades
cubanas las listas de sus seres queridos para
llevárselos, pero los guardias cubanos
sólo permitían viajar a un número
de personas muy inferior a la capacidad del barco.
¿Por qué? Porque traían de
cárceles y sanatorios a personas condenadas
por delitos y enfermos mentales y los metían
en esas embarcaciones sin ningún respeto
por ellos ni por los dueños de las naves.
Mucho sufrieron y siguen sufriendo esas personas
aún por haber sido tratadas como cosas.
Esto provocó verdaderas escenas de dolor;
de la forma más arbitraria y hasta violenta,
los guardias embarcaban a unos miembros de las
familias y dejaban en tierra a otros, ocupando
sus lugares con estas personas que traían
de las cárceles o que recogían en
las estaciones de la policía, que hizo
verdaderas redadas con ese fin. Muchos jóvenes
cubanos se presentaban a la policía y declaraban
que eran delincuentes u homosexuales o religiosos
para que les colocaran en la ''válvula
del infierno'' y poder escapar.
Crecía el número de embarcaciones
en el Mariel y con esto los abusos y crueldades
contra las indefensas familias que allí
llegaban de todas partes del país por medios
propios o conducidas en vehículos del gobierno.
Crecía también el número
de cubanos que se presentaban para salir, un verdadero
desfile desde todas las provincias hacia la capital
con la esperanza de emigrar.
Pero antes de llegar a la embarcación
y salir de Cuba por esa nueva válvula del
infierno las familias tenían que pasar
por el túnel del terror.
La policía, antes de avisar a las familias
que venían a ser recogidas en barcos por
sus familiares de los Estados Unidos, coordinaba
con los responsables del terror en cada barrio
para acosarlas y despedirlas sádicamente
con ese engendro diabólico del régimen
cubano que merece un artículo propio: los
actos de repudio.
Coordinador del Movimiento Cristiano Liberación
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