El Mariel y la cortina de espinas
Oswaldo Paya, El
Nuevo Herald, 10 de abril de 2007.
Comienza el mes de abril de 1980 y varias personas
entran violentamente en la embajada del Perú
estrellando un autobús contra el portón.
Los custodios cubanos disparan y uno de ellos
muere en el cruce de esos disparos. El gobierno
cubano anuncia que retira la guardia de protección
a la sede diplomática. Entonces miles de
cubanos comienzan a peregrinar desde todas partes
del país rumbo a esta embajada y más
de 10,000 entran en la instalación y los
jardines, donde permanecen varios días
en espera de salvoconductos para salir de Cuba.
Unas dos semanas después comienza el puente
del Mariel, puerto por donde salieron unos 125,0000
cubanos hacia la Florida.
Más que una crónica se impone una
reflexión sobre los horrores de esas jornadas,
sobre los que hubo antes y los que continúan.
El fin no justifica los medios y nadie tiene derecho
a dañar a otros en su afán de salir
del país. Al mismo tiempo preguntamos:
¿por qué el gobierno cubano ha perseguido
y castigado a los que deciden irse?
Cuando los cubanos se iban en los años
sesenta y setenta, nos parecía que era
para toda la vida y en cierta medida fue y es
verdad. Fueron desterrados. Las despedidas fueron
y son desgarradoras, casi siempre envueltas en
la crueldad del Departamento de Inmigración,
cuyos funcionarios muchas veces no escatiman en
desprecio, humillación y desinformación
con tal de causar el mayor daño y dolor
posible a los que se iban y aún hoy a muchos
de los que se van.
La lista de sufrimientos por las humillaciones,
las ofensas, las exclusiones, las burlas, la pobreza
a que eran sometidos es muy larga y debe hacerse
con los testimonios de miles y miles de cubanos,
a los que hasta en el mismo momento del despegue
del avión, se les mantuvo la sangre congelada
por el pavor que causa la posibilidad de ser bajado
de la nave y lanzados nuevamente al abismo de
la condena maldita, que se tornó especialmente
despiadada para los que dijeron: "Nos vamos''.
Sólo recordaré cómo las
autoridades retenían el permiso de salida
de una familia durante meses o años, esperando
a que uno de sus hijos varones cumpliera los 15
años, edad en que no podría abandonar
el país por la ley del servicio militar
obligatorio, para entonces otorgarles el permiso
de salida en ese momento. Así muchas familias
tenían que escoger entre salvar a unos
hijos dejando a otros o quedarse todos. La vida
se congela para las familias que solicitan un
permiso de salida que en una época duraba
años o nunca se otorgaba.
Muchos fueron expulsados de sus empleos, enviados
a trabajos forzados durante años en espera
de ese permiso de salida, hombres y mujeres, fichados
por la Seguridad del Estado, perseguidos y catalogados
como apátridas y gusanos. Las autoridades
hacían y hacen un inventario de todo lo
que posee la familia que pretende irse del país,
incluyendo las joyas personales, sobrecamas, muebles,
artículos electrodomésticos, automóvil,
herramientas, lámparas y la casa. El permiso
de salida incluía la confiscación
de esos bienes y muchas familias guardaban todos
los objetos que podían para evitar su rotura
y deterioro y vivían en la mayor precariedad,
inseguridad y angustia durante años, sin
usar sus ahorros bancarios pues también
serían y son confiscados íntegramente.
No era un limbo sino un infierno. Todavía
se confiscan los bienes de los que deciden salir
y son castigados con el rótulo de ''salida
definitiva''. Eso es destierro.
Recordemos que en Cuba viajar no es un derecho
ciudadano. El solo hecho de que los cubanos tengan
que pedir permiso y esperar sin derecho propio
ni posibilidad de reclamación alguna para
entrar y salir de su propio país es una
de las más crueles violaciones de los derechos
y sentimientos de las personas. Pero esto es también
una expresión, un componente de una realidad
esclavizante: la posesión de la persona
por el poder político.
Esta posesión de la persona en el contexto
del totalitarismo está presente en cada
aspecto de la vida. Esa propiedad es siempre malhabida
y mal tenida porque las personas no tienen vocación
de ser propiedad de nadie' Dios las creó
en la condición de hijos y, por lo tanto,
con el don inalianable de la libertad.
Tener, viajar, comerciar, hablar, desarrollar
cualquier actividad que implique libertad puede
entrar en contradicción con esa condición
de poseído y con el poder poseedor. Es
por eso que hay tantos controles, regulaciones,
restricciones o negaciones de lo que todos conocemos
como derechos humanos y de cuanto un ser humano
pueda hacer libre y sanamente. Al régimen
siempre le molesta y preocupa que el esclavo haga
algo fuera de su control o autoridad. Imagínense
ustedes cuando ese ser humano dice: ¡Me
voy, ya no seré más tu propiedad!
El tratamiento aplicado a quien dijo ''me voy''
y a su familia lleva la misma descarga de odio
y crueldad que daban los esclavistas a los cimarrones.
Mucho queda por decir sobre este "tratamiento
de castigo en el predestierro''.
Pensemos entonces en la conmoción del
régimen totalitario cuando cientos de miles,
quizás varios millones de cubanos dijeron
al unísono: ''Nos vamos'' por el puente
del Mariel.
Pero antes de llegar al puente del Mariel tendrían
que atravesar la Cortina de Espinas, una cortina
que se había tejido durante las dos décadas
anteriores y que aún existe. Nuestra esperanza
no está solamente en que desaparezca esa
cortina de espinas, sino en que los cubanos tendrán
en su propio país la libertad y las oportunidades
que ahora salen a buscar en otras tierras.
Coordinador del Movimiento Cristiano Liberación
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