El
muerto adelante
Frank Calzon, El
Nuevo Herald, 30 de octubre de 2006.
El mes de octubre se acerca a su final y Fidel
Castro no se acaba de morir. Su régimen
está mejor preparado que nunca para afrontar
lo impensable: una Cuba sin Fidel. Las redacciones
de los periódicos ya han puesto al día
obituarios a la espera de una fecha, una hora
o, tal vez, un comentario o dos de Gabriel García
Márquez o algún otro iluminado.
Mucha gente de fuera de la isla considera que
Fidel Castro reposa en su lecho de muerte. Sin
embargo, ya tenemos experiencia de la capacidad
de reaparición del dictador barbudo. La
vida del Comandante se ha caracterizado por una
diligente precaución, fortaleza, inteligencia
y suerte. Siempre existirá la posibilidad
--pequeña pero posibilidad al fin y al
cabo-- de que Castro se recupere, contrariando
a los enemigos que no cesan en su empeño
de llamar la atención sobre sus tremendos
crímenes y también a algunos amigos
convencidos de que al dictador le ha llegado la
hora de decir adiós.
Imagínense: sus familiares se reúnen
y el hombre más temido de la historia de
la isla se encuentra ahora viejo y enfermo; sedado
y conectado a un sinfín de dispositivos
médicos con la más alta tecnología.
¿Qué pasará por su mente
confusa? El anciano ya no se siente cansado ni
viejo. Se imagina descalzo, montado en el potro
con el que su padre le obsequió con motivo
de su séptimo cumpleaños. Se ve
cabalgando por los caminos que atraviesan los
bosques cercanos a Birán. En su cabeza
semiconsciente se imagina en el aire, volando
hacia la canasta de baloncesto del colegio de
los jesuitas de Belén, en un remate espectacular.
Los pensamientos se amontonan y ahora, se reconoce
huyendo rifle en mano, abandonando a sus compañeros
a su suerte: a la tortura, la cárcel y
la muerte después del fallido ataque a
un cuartel militar. No le remuerde la conciencia:
hay que salvar al líder para la Revolución,
para la Historia.
Entonces la realidad se impone inmisericorde.
A su lado permanecen los médicos y algunas
personas a quienes es incapaz de reconocer. Tiene
frío. Dalia Soto del Valle, su esposa durante
más de treinta años, le susurra
al oído. Está confundido: por qué
esa mujer lo interrumpe y le besa en la frente
cuando él está conversando con Arnaldo,
el guajiro duro y audaz. Arnaldo era un muchachito
campesino cuando se incorporó al ejército
rebelde, arriesgando la vida para defender al
líder máximo. Ahora es un prestigioso
general tras su regreso de Africa donde demostró
ser un brillante líder de los ejércitos
expedicionarios cubanos en los campos de batalla.
Se ha pasado de la raya; el general ha estado
bromeando acerca del Comandante en Jefe y chismorreando
sin ningún tipo de discreción que
Raúl ha estado apoyando operaciones de
narcotráfico. Por esta falta de disciplina,
Arnaldo ha sido condenado a muerte. Podría
haber condonado la sentencia pero se trata de
una cuestión de estado. La gente no comprende
la dura carga que supone el liderazgo. Al guajiro
se le olvidó a quien le debe todo. Es popular
con sus compañeros de armas. Cuanto más
popular más peligroso. Ante su falta de
respeto y su deslealtad no me temblará
la mano, no habrá indulto. El general (el
exgeneral) Arnaldo Ochoa morirá.
El Comandante necesita descansar. Tan sólo
su hermano Raúl y la desconocida Primera
Dama están autorizados a entrar en la habitación.
Hugo Chávez ha llamado. Otra ola de pensamientos
inunda su cabeza. ``Lo que podría haber
sido, haber hecho si hubiera nacido en Venezuela
con todas sus reservas de petróleo. Aun
sin petróleo le he ganado a los americanos.
Si Gorbachov me hubiera escuchado, todavía
estaría en el Kremlin y los engreídos
de los checos estarían en el lugar que
les corresponde. Si no llega a haber sido por
la revolución, Cuba no tendría dignidad.
Los cubanos son unos desagradecidos pero somos
un ejemplo para Bolivia, Corea del Norte, Irán
y los progresistas de todo el mundo. No somos
Costa Rica, ni España, ni Chile, pero obligamos
a la mafia de Miami a morder el polvo de la derrota''.
Alguien entra y coloca las almohadas. '¿Por
qué me cogen de la mano? Soy un hombre
duro. De una sola pieza. Tengo que recordarle
a Ramirito que mande a cortar caña a todos
esos facinerosos que andan escribiendo en las
paredes la dichosa consignita de `el muerto adelante
y la gritería atrás'. Conmigo sí
que no se juega. Aquí estoy, es 1992, ante
el Congreso de las Juventudes Comunistas. Tengo
que recordarles las lacras de la Cuba de ayer.
Tienen que reconocer los logros revolucionarios,
logros conseguidos con mi talento y mi sacrificio:
'Hoy, les digo, no hay mujeres obligadas a venderse
a un hombre. Las que lo hacen, lo hacen por sí
solas, en forma voluntaria. Podemos decir que
son jineteras sumamente educadas y muy saludables'
''.
'¿Qué diría mi padre, el
gallego viejo, de todo esto? Recuerdo como me
decía: `Mejor tener perro vivo que león
muerto'. ¿Por qué estoy pensando
en estas cosas? ¿Quién es el león
muerto? ¿Quién el perro vivo?...
Necesito descansar''.
``La multitud aplaude en la Plaza de la Revolución.
Levantaré mi brazo. Raúl está
a mi lado. Celia y Arnaldo están a mi lado.
Somos una familia feliz. Ahora, todos a la vez,
bien alto y claro: ¡Socialismo o muerte!
¡Venceremos!''
Es demasiado tarde. Imagínense que a lo
largo y ancho de Cuba una nueva realidad está
germinando: la muerte es el final. Pero habrá
un nuevo comienzo, un nuevo amanecer.
Director ejecutivo del Centro para Cuba Libre,
en Washington.
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