Un
hombre raro
Oscar Peña, El
Nuevo Herald, 3 de ocyubre de 2006.
Era Gustavo Arcos Bergnes un hombre raro: era
íntegro. Formaba parte de esos seres humanos
que no son mayoría en el globo terrestre.
Fue un hombre valiente, osado, idealista, honesto
y consecuente con sus principios. En su juventud
cubana de la década del 50, con poco más
de 20 años y entusiasmado con el surgimiento
del nuevo Partido Ortodoxo, nunca pudo entender
el asesinato a la democracia cubana que se ejecutó
en 1952. Sabiendo de las cualidades de Gustavo
Arcos Bergnes, el hábil Fidel Castro lo
seleccionó para que fuera parte de la tripulación
de su automóvil en el asalto al cuartel
Moncada. Fue el primer hombre en combate. Quedó
herido en una pierna y lisiado --sólo físicamente,
no moralmente-- para toda su vida. Era considerado
un héroe por los asaltantes del campamento
militar.
Posteriormente al asalto del Moncada los corajudos
hermanos Wilfredo y Orlando Ventura, vestidos
de médicos --eran estudiantes de Medicina--,
lo ayudaron a ser atendido en un hospital, pero
se hizo sospechoso y fue detenido al observarse
su reciente y grave limitación física.
Estuvo encerrado en presidio y fue uno de los
organizadores principales del desembarco del Granma.
Por su honradez y seriedad fue el tesorero del
movimiento. Ramiro Valdés se enfadó
con él en los preparativos de México
porque no lo autorizó a tomar unos pesos
de esos recursos económicos para comprar
refrescos y chucherías. Su ejemplo de valentía
y amor a Cuba arrastró a sus hermanos Sebastián
Arcos Bergnes, que fue encarcelado en Cuba por
su lucha contra el golpe de estado del general
Batista, y al menor Luis Arcos Bergnes, que fue
expedicionario del Granma y asesinado después
de ser arrestado.
Atendiendo las inocultables y sobresalientes
cualidades, méritos y permanente honestidad
y anticomunismo de Gustavo Arcos Bergnes, después
del triunfo de 1959 Fidel Castro astutamente lo
saca de las primeras filas nacionales para tratar
de evitar disidencias y lo nombra como su embajador
extraordinario, plenipotenciario y hombre de confianza
en toda Europa Occidental. Sin embargo, poco tiempo
después de esos honores, el hombre raro
comienza a protestar por lo que consideró
era una desviación del sueño e ideal
democrático que ellos habían planificado
para Cuba.
Rechazó los criminales fusilamientos que
se ejecutaban y el camino al totalitarismo que
se iba apoderando del país. Tomó
la quijotesca decisión de ir a La Habana
a renunciar a su privilegiado cargo de embajador
y, en un gesto de hidalguía sin precedentes,
acusó a Fidel Castro de traición.
Esta excepcional posición de decoro de
Gustavo Arcos Bergnes lo unió a las huestes
de cubanos dignos como Manuel Urrutia, Húber
Matos, José Miró Cardona, Manuel
Ray, Antonio Jorge, Jesús Yáñez
Pelletier, Nino Díaz, Eloy Gutiérrez
Menoyo, Porfirio Ramírez, Martha Frayre,
Manuel Artime, Agustín Tamargo, Pardo Llada,
Sorí Marín, David Salvador, Díaz
Lanz, Carlos Franqui, Elena Mederos y otro centenar
en ser de los primeros disidentes de la llamada
revolución traicionada.
A su llegada a Cuba es arrestado y condenado
a 10 años. La cárcel, la represión
y el ostracismo político no enfriaron el
espíritu de Gustavo Arcos Bergnes. En la
prisión conoce a los fundadores del Comité
Cubano pro Derechos Humanos, primera organización
de contestación cívica a la maniobra
totalitaria, y se suma como un humilde activista
más. Pasó de ser uno de los hombres
vanguardias de la violenta revolución de
Fidel Castro a las filas de la vanguardia cívica
contra él. Fue respetado por amigos y enemigos.
Se ha afirmado que el sacrificio y riesgo de
''subir montañas juntos hermana hombres''.
En su última etapa de lucha y siendo yo
de otra generacion, tuve el privilegio de subirlas
junto a él, su hermano Sebastián
y su sobrino Sebastián Arcos Cazabón,
estirpe de luchadores por la libertad de Cuba.
Cuando los primeros disidentes entendimos que
era la hora que Ricardo Bofill, el genial líder
de oposición cívica y sagaz contendiente
frente a Fidel Castro, tenía inevitablemente
que salir del país por el brutal acoso
a que era sometido y la posibilidad de una muerte
provocada, pensamos por momentos que con esa martiana
salida retrocedíamos. No fue así.
La moral de Gustavo Arcos Bergnes, con su gallardía
de ayer y la que tenía hoy, nos impulsó
a seguir adelante. La disidencia cubana se revitalizó
de honor, moral y amor a Cuba y pasamos de las
denuncias a presentar también viables y
sensatas propuestas entre cubanos.
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