PRENSA INTERNACIONAL
Noviembre 13, 2006
 

Por una Cuba trivial

Emilio Ichikawa. El Nuevo Herald, 9 de noviembre de 2006.

Una amiga acaba de regresar de un viaje a Cuba y trae noticias de nuestro pueblo en La Habana. Los vecinos están bien; algunos incluso más bien de lo que pudiera esperarse. Ha visitado la Universidad y los colegas, como siempre, preparan sus clases y ''luchan'' los dólares a su manera. La vida continua y las ausencias dejan solo vacíos relativos.

Me asegura que a pesar de esa sobrevivencia, todos tienen una visión muy crítica de la situación. Y me cuenta alarmada que incluso los más radicales, esos que el propio gobierno pudiera considerar contrarrevolucionarios, culminan sus objeciones con un ''pero'' que se puede resumir así: "El castrismo es una basura, pero ustedes no se salvan: ¿cómo pudo Bush mandar a derrumbar las torres gemelas?''.

Es uno de los milagros de la propaganda oficial y del control de la información: en Cuba no sólo los imbéciles y los ingenuos, personas muy decentes e inteligentes creen que el atentado del 11 de septiembre fue un golpe autoinfligido por el propio gobierno norteamericano para conseguir legitimidad política bajo el pretexto de la amenaza terrorista.

Está claro que en una democracia la unanimidad (sobre todo política) es imposible. Aun cuando exista una representación del mal tan diáfana como la que se mostró aquel 11 de septiembre, siempre habrá personas que discrepen y maticen el evento.

Yo me encontraba en Washington DC aquel martes tremendo, pues me había quedado unos días después de la reunión del Latin American Studies Association (LASA) que había culminado el domingo. Recuerdo que un profesor cubano residente en New York me escribió unas horas después de lo sucedido: ''Es una brutalidad. Han quebrado el perfil de mi ciudad.'' No obstante, poco después acotaba: ''Pero no hay que olvidar tampoco que los americanos son unos arrogantes.'' Empezaba así una de las recuperaciones ideológicas más impresionantes en la historia de la izquierda internacional.

Lo que quiero advertir con este recuerdo es que entiendo una interpretación como la de este profesor y otras personas que aquí mismo piensan que hubo una conspiración en torno a aquellos sucesos. En una sociedad libre la unanimidad supondría un contrasentido; equivaldría a una ''subjetividad objetiva'', a la aceptación de la posibilidad de una "opinión absoluta''.

Mientras la mayoría de la sociedad se conduzca según el sentido común, no importa que un porcentaje se mueva por encima o por debajo de los hechos: una sociedad sana puede funcionar normalmente con sus idiotas y con sus genios. Lo que pasa en Cuba, ¡una vez más!, es que la propaganda ha logrado que la media piense a contracorriente del sentido común. Incluso en el mejor de los casos se trataría ahora de una sociedad donde la mayoría, embarcada en una enfermiza genialidad promedio, logra ir más allá de lo que naturalmente indican las evidencias.

¡Elemental, Castro, elemental! Una nación saturada de lumbreras que saben matemática superior pero se equivocan en la cuenta de los días. Ese puede ser un legado interesante de tu revolución.

eichikawam@hotmail.com

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