La
política de la urgencia
Emilio Ichikawa, El
Nuevo Herald, 1 de noviembre de 2006.
El 31 de julio del presente año una buena
parte de la comunidad cubana de Miami interpretó
de manera hedonista el anuncio del traspaso de
poderes de Fidel a Raúl Castro. No se habló
de muerte explícitamente, por lo que parecía
más una celebración antifidelista
que anticastrista. Continuaba el régimen
político, pero al menos había un
descanso en la omnipresencia simbólica
de Fidel Castro.
En los días sucesivos la isla flotó
inercialmente entre un vacío de poder y
un vacío de saber. Raúl Castro no
se decidía a dar la cara y la mayoría
de los intelectuales cubanos, explícitamente,
consideraba el tema demasiado complicado. Hay
que reconocer que algunos blogs de Miami y Barcelona
cubrieron el vacío analítico de
la prensa.
Desde entonces la política cubana ha caído
en un peligroso marasmo. Es probable que lo sucedido
en las calles de Miami no se vuelva a repetir
porque nos hemos conformado con una solución
lingüística del problema cubano: Castro
no ''ha muerto'', pero ''está muriendo''.
Pura gramática.
Hasta el momento la administración republicana
ha enviado dos mensajes bien distintos a la comunidad
cubana de Miami. El primero es una recomendación
de paciencia; el otro, un guiño bastante
indefinido de necesidad de acción.
Los dos documentos conocidos como Informe de
la Comisión para la Ayuda a una Cuba Libre,
suscritos bajo las secretarías de Estado
de Colin Powell y Condoleezza Rice, contienen
un protocolo que sugiere que la ''transición''
es algo que debe solucionarse principalmente dentro
de la isla. Sólo después de consumado
el proceso, el exilio cubano, y el propio gobierno
norteamericano, tendrían una participación
si un gobierno reconocido ''solicita'' dicha ayuda.
Otra palabra, esta vez un verbo esencial, en el
epicentro de la política cubana.
Es decir, el exilio tiene ante sí dos
opciones muy definidas: la paciencia, una actitud
ciertamente justificada de espera hasta ver qué
sucede en Cuba; y la urgencia, la imperiosa necesidad
de hacer algo efectivo, toda vez que se corre
el riesgo de que el entierro de Fidel Castro signifique
también el entierro de la comunidad exiliada.
En un reciente encuentro en Nueva York con políticos
y profesores de la comunidad cubana de ese estado
y del vecino Nueva Jersey, percibí una
legítima ansiedad por lograr desde ya un
espacio en la política cubana a través
de una inserción en los centros de elaboración
de la política norteamericana hacia la
isla. El lema de quienes así piensan puede
resumirse así: en estos momentos, la táctica
es la única estrategia.
Al contrario de lo que mucha gente cree, existe
un período de oportunidad política
para el exilio cubano desde hoy mismo hasta la
muerte de Fidel Castro que hay que aprovechar.
Es hasta conveniente que convalezca un poco más
pues, cuando lo inevitable suceda, el grupo a
cargo en la isla tendrá que ser forzosamente
considerado por la comunidad política internacional
así sólo sea para cumplir con la
formalidad de unos funerales que, por demás,
pueden durar años.
eichikawam@hotmail.com
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