Los
peligros del autoritarismo
Ernesto F. Betancourt, El
Nuevo Herald, 29 de abril de 2006.
En el último número de la revista
Foreign Affairs viene un reportaje sobre un estudio
realizado por un grupo de trabajo del US Joint
Forces Command sobre la guerra de Irak. Este estudio
está basado en la revisión de documentos
del régimen de Saddam y de interrogatorios
de miembros del gobierno y las fuerzas armadas
detenidos por fuerzas de la coalición al
capturar Bagdad. El estudio fue desclasificado
recién en febrero del 2006 y ésta
es la primera vez que se publica algo sobre su
contenido. No tan sólo explica muchas de
las contradicciones que ha habido en esta guerra,
sino que nos da una luz sobre la conducta bajo
regímenes autoritarios como los de Irán
y Cuba.
Todos recordamos las increíbles declaraciones
del ministro de Información de Irak al
final de la guerra, cuando ya se veían
en el trasfondo los tanques americanos entrando
en Bagdad, y el famoso Bagdad Bob nos decía
que ellos estaban ganando. Aunque parezca difícil
creerlo, esto reflejaba el optimismo que, hasta
el final, tenía Saddam en que los americanos
eventualmente se retirarían. Y como en
Irak le cortaban la cabeza, literalmente, a quien
no dijera lo que quería Saddam, el ministro
de Información repetía lo que el
gran señor quería.
Así fue como se produjo el gran engaño
de las armas de destrucción masiva (WMD).
Después de haber desarrollado armas químicas
y biológicas, y de haberlas utilizados
en la guerra contra Irán y en la represión
de los kurdos, los que rodeaban a Saddam, civiles
y militares, estaban convencidos de que sí
las tenía. Inicialmente, Saddam quiso atemorizar
al mundo insinuando que tenían WMD y actuaba
evasivamente ante las misiones de inspección
de Naciones Unidas. Tuvo tanto éxito que,
cuando trató de demostrar a dichas misiones
que en realidad había desmantelado su capacidad
de producir WMD, no lo creyeron. Bush es ahora
quien encara las consecuencias de esa colosal
tomadura de pelo.
Según el estudio, Saddam estaba convencido
de que China, Francia y Rusia, cuyos gobernantes
corrompidos eran cómplices suyos en el
suministro de materiales y equipos en violación
de las sanciones de Naciones Unidas, iban a paralizar
a los Estados Unidos. Lo que no pasó. Al
final, la distorsión de la realidad se
hizo extensiva a las medidas de defensa. Como
gobernante absoluto no toleraba que nadie lo cuestionara
y llegó a creerse que era un gran estratega
militar. El estudio cita muchos casos de interferencia
de Saddam en la toma de decisiones militares y
el temor que prevalecía a su alrededor
sobre cuestionar esas decisiones. El espionaje
interno era rampante dentro de las unidades militares,
afectando su efectividad, aún en unidades
elite de la Guardia Republicana.
Ahora estamos confrontando una situación
similar en el caso de Irán. China y Rusia
sabotean toda acción de la ONU. Envalentonado
por la parálisis y división que
percibe en la elite americana a resultas del lío
de Irak, el presidente iraní, Mahmoud Ahmadineyad,
parece estar siguiendo los pasos de Saddam. La
retórica es bravucona. Los anuncios de
pruebas de armas como torpedos de alta velocidad
y cohetes, así como de miles de suicidas
jihad, parecen estar destinados a persuadir a
la opinión pública iraní,
y al mundo árabe, de la capacidad militar
detrás del reto nuclear a Occidente. Ahmadineyad
invoca a Alá y a Mahoma, pero ¿lo
creerá la Mossad israelí?
En cuanto a Fidel, está acostumbrado a
que nadie contradice las bobadas que dice, no
importa el tema. Para algo es padre de la genética
y genio de la energética, así como
mentor de Hugo Chávez. Nadie se atreve
a cuestionarlo y eso es muy peligroso en cualquier
sociedad. Como descubrió Saddam y va a
descubrir Ahmadineyad.
Hace poco vino la historia de Manuel David Orrio,
quien se atrevió a cuestionar al charlatán
en jefe en algo relacionado con la irreversibilidad
del socialismo. Orrio fue develado como agente
de Seguridad del Estado infiltrado como delator
de la disidencia cuando la Primavera Negra del
2003. Ahora, escribía en la revista La
Jiribilla. Parece que se creyó que el haber
sido delator de disidentes le daba derecho a discrepar
públicamente de Fidel. Ni el general Abelardo
Colomé pudo salvar al delator. Lo tronaron
sin contemplaciones. Y su artículo fue
retirado de la revista. Al final del escrito,
citaba nada menos que a Rosa de Luxemburgo en
cuanto a que había que respetar el derecho
de los que disienten. Las cosas andan mal dentro
del régimen cuando hasta un delator reconoce
que los disidentes tienen derecho a disentir.
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