PRENSA INTERNACIONAL
Mayo 2, 2006
 

Los peligros del autoritarismo

Ernesto F. Betancourt, El Nuevo Herald, 29 de abril de 2006.

En el último número de la revista Foreign Affairs viene un reportaje sobre un estudio realizado por un grupo de trabajo del US Joint Forces Command sobre la guerra de Irak. Este estudio está basado en la revisión de documentos del régimen de Saddam y de interrogatorios de miembros del gobierno y las fuerzas armadas detenidos por fuerzas de la coalición al capturar Bagdad. El estudio fue desclasificado recién en febrero del 2006 y ésta es la primera vez que se publica algo sobre su contenido. No tan sólo explica muchas de las contradicciones que ha habido en esta guerra, sino que nos da una luz sobre la conducta bajo regímenes autoritarios como los de Irán y Cuba.

Todos recordamos las increíbles declaraciones del ministro de Información de Irak al final de la guerra, cuando ya se veían en el trasfondo los tanques americanos entrando en Bagdad, y el famoso Bagdad Bob nos decía que ellos estaban ganando. Aunque parezca difícil creerlo, esto reflejaba el optimismo que, hasta el final, tenía Saddam en que los americanos eventualmente se retirarían. Y como en Irak le cortaban la cabeza, literalmente, a quien no dijera lo que quería Saddam, el ministro de Información repetía lo que el gran señor quería.

Así fue como se produjo el gran engaño de las armas de destrucción masiva (WMD). Después de haber desarrollado armas químicas y biológicas, y de haberlas utilizados en la guerra contra Irán y en la represión de los kurdos, los que rodeaban a Saddam, civiles y militares, estaban convencidos de que sí las tenía. Inicialmente, Saddam quiso atemorizar al mundo insinuando que tenían WMD y actuaba evasivamente ante las misiones de inspección de Naciones Unidas. Tuvo tanto éxito que, cuando trató de demostrar a dichas misiones que en realidad había desmantelado su capacidad de producir WMD, no lo creyeron. Bush es ahora quien encara las consecuencias de esa colosal tomadura de pelo.

Según el estudio, Saddam estaba convencido de que China, Francia y Rusia, cuyos gobernantes corrompidos eran cómplices suyos en el suministro de materiales y equipos en violación de las sanciones de Naciones Unidas, iban a paralizar a los Estados Unidos. Lo que no pasó. Al final, la distorsión de la realidad se hizo extensiva a las medidas de defensa. Como gobernante absoluto no toleraba que nadie lo cuestionara y llegó a creerse que era un gran estratega militar. El estudio cita muchos casos de interferencia de Saddam en la toma de decisiones militares y el temor que prevalecía a su alrededor sobre cuestionar esas decisiones. El espionaje interno era rampante dentro de las unidades militares, afectando su efectividad, aún en unidades elite de la Guardia Republicana.

Ahora estamos confrontando una situación similar en el caso de Irán. China y Rusia sabotean toda acción de la ONU. Envalentonado por la parálisis y división que percibe en la elite americana a resultas del lío de Irak, el presidente iraní, Mahmoud Ahmadineyad, parece estar siguiendo los pasos de Saddam. La retórica es bravucona. Los anuncios de pruebas de armas como torpedos de alta velocidad y cohetes, así como de miles de suicidas jihad, parecen estar destinados a persuadir a la opinión pública iraní, y al mundo árabe, de la capacidad militar detrás del reto nuclear a Occidente. Ahmadineyad invoca a Alá y a Mahoma, pero ¿lo creerá la Mossad israelí?

En cuanto a Fidel, está acostumbrado a que nadie contradice las bobadas que dice, no importa el tema. Para algo es padre de la genética y genio de la energética, así como mentor de Hugo Chávez. Nadie se atreve a cuestionarlo y eso es muy peligroso en cualquier sociedad. Como descubrió Saddam y va a descubrir Ahmadineyad.

Hace poco vino la historia de Manuel David Orrio, quien se atrevió a cuestionar al charlatán en jefe en algo relacionado con la irreversibilidad del socialismo. Orrio fue develado como agente de Seguridad del Estado infiltrado como delator de la disidencia cuando la Primavera Negra del 2003. Ahora, escribía en la revista La Jiribilla. Parece que se creyó que el haber sido delator de disidentes le daba derecho a discrepar públicamente de Fidel. Ni el general Abelardo Colomé pudo salvar al delator. Lo tronaron sin contemplaciones. Y su artículo fue retirado de la revista. Al final del escrito, citaba nada menos que a Rosa de Luxemburgo en cuanto a que había que respetar el derecho de los que disienten. Las cosas andan mal dentro del régimen cuando hasta un delator reconoce que los disidentes tienen derecho a disentir.

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