La
Habana: paisaje después de la batalla
By Madeline Camara, Especial/El
Nuevo Herald. 25 de junio de 2006.
Personajes que devienen en sombras, una ciudad
que se representa por su cementerio, ¿Qué
lecturas nos sugiere entonces la breve novela
del cubano Antonio José Ponte, Contrabando
de sombras, Mondadori, 2002?
Comencemos la discusión situando esta
obra dentro del marco de la producción
novelística latinoamericana actual, pues
no creo que son muchas las ganancias si todo lo
que se crea en la Cuba post 90 se analiza como
una respuesta al impacto del período especial.
Si bien es cierto que esta profunda crisis en
la sociedad cubana ha generado un impacto artístico,
que generó un excelente mercado de recepción
en el exterior y que ya puede reproducirse mediante
fórmulas, aconsejo juzgar caso por caso,
y el de Ponte, nos sitúa frente a una escritura
reflexiva, erudita, que rebasa lo testimonial
y los dictados de la ira. Compruebe le lector
lo que afirmo repasando un libro previo del escritor
Las comidas profundas.
Por lo tanto, permítaseme ubicar Contrabando
de sombras dentro de las tendencias novelísticas
continentales que se han dado en agrupar bajo
el rubro de post-boom, indicando su ruptura con
los modelos asentados por el período que
la crítica calificó como el boom
(recuérdese la explosión de publicadoras
y lectores para la novela de Latinoamérica
en las décadas de los años 60 y
70). Cuando leemos a Ponte, estamos muy lejos
de encontrar la complejidad de personajes como
Artemio Cruz, ni una ciudad simbólica como
Macondo, ni los unos ni los otros están
llamados a ser ''metáforas de identidad.''
Por el contrario, parecería que sutilmente
se parodian lugares comunes literarios como la
relación entre cadetes con La ciudad y
los perros.
''Todo lo que es sólido se desvanece en
el aire'' dijo una vez Karl Marx sin presentir
que estas palabras podrían ser el emblema
de la estética postmoderna, a la cual esta
novela cubana debe también. La laxitud
en la trama, la glorificación de la cultura
popular y la fragmentación psicológica
de los personajes son un mínimo de rasgos
identificables, pero quizás el más
poderoso es la frivolidad con que se yuxtaponen
temas como la muerte y el sexo. Como bien lo entendería
George Bataille, pues allí donde la vida
se extingue también puede renacer el cuerpo,
único locus amoenus dejado al hombre (y
la mujer) contemporáneos.
Sospecho que a estas alturas de mi reseña
quienes han leído la obra echen de menos
referencias al costado ''sucio'' y ''bajo'' de
La Habana que esta novela también describe,
como las producidas por Ena Lucía Portela
y Pedro Juan Gutiérrez. Sin establecer
comparaciones que no puedo justificar en tan poco
espacio, creo que el reflejo de la realidad en
Ponte evade conscientemente ''el tremendismo''
entre lo naturalista y lo grotesco, que marca
estilísticamente a los escritores mencionados.
En Contrabando de sombras las anécdotas
son sencillas aunque recurren al menú principal:
escenas de sexo (hetero y homo), momentos escatológicos,
jineterismo, crítica social, y los protagonistas
del día: el dinero, la miseria, el cansancio
y el placer. Todo mezclado y presentado en un
tono menor, con diálogos cortos, cortantes
sin ser enjundiosos, reproduciendo con oficio
el sinsentido de la cotidianeidad habanera, que
se desgrana ante el lector en imágenes
fotográficas desgarrantes, como esas que
capturan los cazadores de ruinas que inundan las
calles de la ciudad. Cubriéndolo todo,
cada palabra, como una pátina que da a
la obra su definición mejor, ese tono de
aceptación del hic et nun que paradójicamente
podría garantizar a la obra su perennidad
literaria.
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